Ya os había contado hasta que me ingresaron porque estaba de parto, de 4-5 cm dilatada me dijeron. Una maravilla porque para llegar a esos cm en el anterior parto había pasado muchos dolores, pero esta vez las contracciones eran menos dolorosas que un dolor de regla.
Me pasaron a dilatación, y como era un día de muchas parturientas me hicieron esperar hasta que limpiaron la habitación de dilatación, una con ventana, había otra libre, pero sin ventana. Una vez dentro me puse el look hospitalario (camisón que no hay manera de atar) y me pusieron los monitores. Las contracciones aún eran fuertes, pero no dolían, seguían bastante rítmicas.
Al no tener mucho dolor no pedí la epidural. La matrona que me atendió ese primer rato me decía que iban muy bien de ritmo, que si me ponían la epidural me pondrían oxitocina (porque con la epidural se me frenarían las contracciones). Así que preferí esperar. Al cabo de un par de horas empezaron a doler mucho las contracciones…y pedí la epidural. El anestesista muy majo me explicó todo, y me la pusieron rápido y bien, no se me llegaron a dormir las piernas, notaba todo, pero sin dolor, vamos una maravilla. Y claro, también me pusieron oxitocina… La matrona me decía que si me la hubieran puesto nada más ingresar ya habría parido, y me habría ahorrado un ratico de dolores, pero ni el bebé ni yo teníamos prisa. El rato de ponerme la epidural fue el único que el papi tuvo que salir fuera a esperar.
Con estas que llegó el cambio de turno, y me tocaron las matronas más majas del mundo. Una matrona y una residente. La matrona luego me dijeron que es fisio también, ya veréis porque os cuento esto.
Llegaron, exploraron, y me dijeron que había que romper la bolsa. Pinchacito y fuera, no dolió ni fue molesto ni nada. Pero el bebé no estaba encajado y con la epidural y la rotura de bolsa las contracciones se habían ralentizado.
Había que ayudar a colocar al bebé, así que me hicieron ponerme en posiciones diferentes para abrir la cadera y que el bebé tuviera más sitio. Primero bocaabajo con las piernas dobladas y tumbada. Luego me pusieron sábanas enrolladas entre las rodillas y el cuerpo girado. Y tras un rato así noté que el bebé empujaba ¡se había encajado perfectamente! Desde la primera sensación de empujar no pude evitar hacerlo, no paraba de llamar a las matronas (dirían que pesada esta). Tras un ratico de empujar en dilatación me pasaron a paritorio, a uno de los modernos, con una silla ergonómica, y también con ventanas y mucha luz natural.
Una vez en paritorio pasamos de estar la matrona con la residente, el papi y yo, a estar con un par de enfermeras y varias pediatras. El papi estuvo en todos los pujos, desde que entré a paritorio hasta que salí. Al llegar seguimos empujando, ah, y empujando no bocaarriba con los pies en los agarres, sino de lado, sobre el lado izquierdo y yo cogiéndome el pie derecho como por la espalda. Cuando venía la contracción empujaba y cuando se iba me decían que cogiera fuerzas, así sin prisa. Me gustó eso de ir con calma, y no entrar ahí y de repente empujar a tope, medio a gritos como en el parto de la beba (y eso que no lo recuerdo como un mal parto).
Tuve que hacer bastante esfuerzo yo solita, veía como las dos matronas miraban, me animaban, pero poco más estaban de brazos cruzados, esperando que saliera solo, de manera natural, vigilando eso sí, que no hubiera desgarro y que el bebé siguiera bien. Entre contracción y contracción a veces me ponían el doppler para ver que seguía bien el enano.
Yo notaba como salía la cabeza y cuando dejaba de empujar….volvía para adentro. Hasta que en una de esas por fin salió!!!! y tal y como salió me lo pusieron encima, sin prisa, sin verlo las pediatras, sin cortar el cordón…
Mientras lo tenía encima me miraron si había algún incidente ahí abajo, me pusieron dos puntos por dos desgarrillos pero me dijeron que eran muy muy poca cosa. Después cortaron el cordón y por último sacaron la placenta. Todo esto sin separarme del bebé. Hasta que llegó una enfermera “de la vieja escuela” y lo vistió (si se puede llamar así a ponerle una chaqueta y un pañal), y de nuevo me lo dio. Aprovecharon para pesarlo… 3760gr!! ¡madre mía! Les pregunté si lo habían pesado bien, no me esperaba un bebote tan grande.
Cambiamos de sala, a la de “despertar” donde me lo puse al pecho y donde estuvimos una hora, creo, hasta que nos subieron a planta. Yo me encontraba muy bien, piernas despiertas, alguna contracción, aunque cansada, estaba contenta del “trabajo” hecho.
Y a partir de aquí comienza mi vida de “bimadre”, pasamos dos días en el hospital y a casa, con un bebé que empezaba a coger peso, una lactancia muy bien establecida, una madre con agujetas del parto, y muchas ganas de volver a casa con la beba, y que se conocieran los peques.
Si tenía buen recuerdo del primer parto, de este aún mejor recuerdo. Creo que es esencial los profesionales que te toquen, y tuve la suerte de que fueron estupendos!