La esperanza | Klimt
Hay cosas que tomamos como naturales, normales y casi sin importancia porque se han repetido millones y millones de veces a lo largo de los siglos. Y no nos paramos a pensar en la grandeza de esas cosas, aunque sean repetitivas. En su lucha por la igualdad, muchas mujeres han querido ser hombres para ser igual a ellos, sin pararse a pensar que sería mejor luchar por ser iguales, hombres y mujeres, como seres humanos. Algunas de esas grandes mujeres llegaron a decir cosas como esta: Yo, una mujer, he desechado los símbolos de mi sexo, decía Olympia Morata, una gran humanista de la Italia renacentista. Incluso Christine de Pizan dijo convertirse en hombre para conseguir ser respetada. Por suerte, muchas son las tendencias feministas que luchan por nuestra diferencia y ensalzan las virtudes que tenemos las mujeres y que deben ser respetadas como tal, entre ellas, por supuesto, la maternidad. Muchas mujeres renunciaron (y renuncian) a la maternidad para conseguir llevar una vida profesional exitosa. Pero el ser madre, aunque se repite desde hace miles y miles de años, es algo excepcional, algo de lo que la mujer debería sentirse orgullosa.La maternidad no es una vergüenza, una lacra ni nada a lo que las mujeres tengamos que renunciar, al contrario, debemos ser lo suficientemente inteligentes como para hacer encajar esta faceta de nuestras vidas en nuestra vida personal y profesional. Y si de orgullo se trata, os dejo una cita que no es de una mujer, sino de un hombre, el filósofo Immanuel Kant: El parto [...] constituye precisamente una evidencia natural de su fuerza. Y no me gustaría que a nuestro sexo le tocara en suerte esta tarea.