El otro día leí un post de Arlette, del blog Me siento trabajadora social... !y mucho más! titulado Una mamá ¿natural? que me hizo pensar respecto a lo importante que es el momento del parto tanto para la mamá como para el bebé y que es fundamental llegar a el sabiendo exactamente lo que deseamos.
Algunas mujeres tienen claro que desean seguir las indicaciones de su ginecólogo, puesto que es profesional en la materia y que sea este quien decida como debe ser su parto.
Otras tienen claro que desean un parto natural y respetado, en su propia casa o en el hospital, rodeadas de sus seres queridos y sin ningún tipo de medida para aliviar los dolores de parto.
Y también están aquellas que desean un parto respetado, que desean ser intervenidas lo menos posible, puesto que son conscientes de que el parto es un proceso natural que, en general no requiere intervención alguna, pero que dudan de sus capacidades y de su propio cuerpo y no se sienten capaces para enfrentarse al dolor del parto sin ayuda de la epidural.
Muchas nos sentiremos reflejadas en uno de estos supuestos y otras tantas sentirán que no encajan en ninguno, sino que sus expectativas con respecto al parto y la manera en la que lo vivieron fue otra.
Es importante que antes de dar a luz, todas y cada una de nosotras nos planteemos cuales son nuestras expectativas en relación a nuestro parto y que seamos conscientes de las limitaciones que nuestra particular trayectoria vital nos ha impuesto. Me explico:
Yo puedo creer firmemente que el parto completamente natural, sin ninguna intervención, es lo mejor para mi hijo, pero puedo estar aterrada ante la idea de hacer frente al dolor que este supondrá o ante la posibilidad de que surja alguna dificultad.
En este caso... realmente un parto en estas condiciones será lo mejor para mi bebé y para mi? obviamente no, puesto que llegaré a el aterrada, lo que posiblemente generará dificultades. Además, el miedo al dolor convertirá mi parto en algo traumático, perdiendo de esta manera la posibilidad de vivirlo como merece y como el momento especial y único que es.
Entonces... lo correcto sería renunciar a lo que creo mejor para mi hijo y dejarme dominar por mis miedos? pues, como podreis suponer, tampoco.
Para que esto no ocurra, para no sentir hagamos lo que hagamos estamos renunciando a algo importante y, de esta manera, perder toda posibilidad de disfrutar de nuestro parto, es importantísimo que dediquemos tanto tiempo como sea necesario a mirar hacia dentro, a escuchar nuestras necesidades y a poner nombre a nuestros miedos y limitaciones.
Es fundamental que, además de informarnos todo lo que podamos, nos dediquemos en cuerpo y alma en buscar la valiosa información que se esconde dentro de nosotras mismas, en nuestros corazones, sin miedo a que lo que encontremos no se corresponda con la imagen de nosotras mismas que hemos creado y con la que nos enfrentamos al mundo.
Debemos aceptar que el hecho de sentir que el miedo al dolor nos paraliza y nos incapacita para tomar decisiones basadas en otros factores que consideramos prioritarios, no nos convierte ni en cobardes ni en peores madres. Debemos aceptar que el miedo a las complicaciones y la falta de confianza en nuestra naturaleza y en nuestro propio cuerpo no nos convierte en peores personas.
Pero bajo mi punto de vista tampoco es una buena opción resignarse y aceptar estas limitaciones, dejando que nos gobiernen y que decidan por nosotras.
El hecho de saber que están ahí y de ser capaces de ponerles nombre debería ser el inicio de un trabajo que, aunque duro, es muy necesario. Deberíamos trabajar, en solitario, con ayuda o de la manera que consideremos necesaria, para vencer estas limitaciones, para evitar que los sentimientos como el miedo (al dolor o a las dificultades) y la baja autoestima (poca confianza en nuestro cuerpo) decidan sobre nuestras vidas y condicionen un momento tan especial como es el parto.
Si tratamos de hacerle frente y realizamos este necesario trabajo, conseguiremos unos u otros resultados y llegaremos a unas u otras conclusiones... algunas escogeremos un camino y otras otro. Pero sea cual sea nuestra decisión, habrá sido fruto de un gran trabajo interior lo que nos hará crecer como personas y tomar consciencia de que hemos reflexionado y trabajado para ofrecernos y ofrecer a nuestro hijo el mejor parto posible, teniendo en cuenta quienes somos realmente y lo que realmente deseamos.
En el parto, como en casi todo en esta vida, las máscaras juegan en nuestra contra, así que os animo a que os las quiteis. Como siempre digo, no es fácil, pero merece la pena.
Yo estoy en ello y espero llegar a conseguirlo algún día.