Revista Diario

El parto velado de la reina

Por Sandra @sandraferrerv
El parto velado de la reinaLa última entrada del año la quiero dedicar a un hecho histórico que hace tiempo leí y ha aparecido en repetidas ocasiones en distintas biografías de la reina Isabel I de CastillaTodas las mujeres que han tenido que pasar por un parto y en algún momento han sufrido los dolores derivados del mismo saben que no siempre es fácil mantener la compostura. En la actualidad existen fármacos que inhiben ese dolor y ayudan a sobrellevar la situación con más calma. Yo escogí parir sin dolor aunque los momentos previos, aquellos en los que las contracciones te hacían creer que ibas a romperte por dentro tenía que morderme la lengua y aplicar los más que útiles ejercicios de respiración para evitar cualquier muestra excesiva de dolor. Siglos atrás, en los que las mujeres no tenían otra opción que enfrentarse a un parto con todas sus consecuencias, sin ayuda médica, la situación era totalmente natural. Y las reinas en esos momentos se igualaban a cualquier otra mujer de sus reinos. De hecho muchas de ellas estaban obligadas a hacer testamento justo antes de dar a luz debido al alto índice de mortalidad que existían entre las parturientas. Pero si las mujeres del pueblo llano tenían la costumbre de vivir ese trance rodeadas de pocas personas, las necesarias, y casi siempre mujeres que creaban un entorno tranquilo y relajado, las reinas debían asumir que aquella situación era una cuestión de estado y como tal no se podía realizar en la intimidad. Parece ser que desde tiempos de la reina María de Portugal, madre de Pedro el Cruel, allá por el siglo XIV, se impuso la incómoda tradición de incorporar testigos a dicho trance después de una bochornosa situación en la que la reina intentó hacer pasar por suyo el hijo de otra mujer que además era judía. Así que nos encontramos en el primer día de octubre de 1470 cuando la reina católica está a punto de dar a luz a una niña que llevaría el mismo nombre de su madre. El cronista de los Reyes Católicos, Hernando del Pulgar, relata así el hecho: Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempos de sus partos encubría su sentimiento, e forzábase a no mostrar ni decir la pena que en aquella hora sienten o muestran las mujeres. Sin embargo, más trabajo le costó cumplir con la costumbre castellana —ya impuesta desde los tiempos de la madre de don Pedro el Cruel, acusada de hacer pasar como hijo suyo al de un judío— de que el parto fuese presenciado por testigos; ritual que la princesa cumplió con la condición de que su cara fuese cubierta con un velo, con lo cual no sólo ocultaba su vergüenza, sino también el que nadie pudiese detectar en ella un rictus de dolor y sufrimiento. Cuando leí esto me gustó porque pensé que rompía con el estereotipo que muchas veces tenemos de las mujeres histéricas gritando antes de dar a luz. Como ella, muchas mujeres paren con dignidad y soportan el dolor del parto con más entereza de lo que muchos se podrían imaginar. También pensé que actualmente la situación de muchos partos es más parecida a la de las reinas, con muchas personas creando a veces un ambiente artificial.Fuente: Ginecología y vida íntima de las reinas de España (I), Enrique Junceda

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