
Segundo Bueno es un viejo frutero retirado que, con las piernas destrozadas por la enfermedad, no puede salir de casa por un motivo tan trivial como marmóreo: su casera no accede a poner una simple barandilla, un pasamanos, que le permita bajar a la calle a pasear con su mujer, echar pan a las palomas o tomar un café en el bar de la esquina. Durante años ha insistido ante su casera con ruegos y papeles judiciales; pero viendo que no hay forma de doblegar su terquedad rácana decide recurrir a un programa de televisión, que se haga eco de su estado. Lo que el pobre hombre ignora es que la mecánica lacrimógena del mismo comenzará a presionar para que él adopte una pose mendicante, que el digno jubilado no está dispuesto a secundar.Pero el lector se lleva también algunas sorpresas adicionales conforme avanza por la obra, porque descubre que los motivos que impulsan a Segundo Bueno para atrincherarse en su ortodoxia no son tan cristalinos como se pudiera pensar en las primeras páginas. Y es que todos escondemos miedos, salivas tragadas y frustraciones, que no siempre resulta sencillo asumir.Con esta pieza dramática, la madrileña Paloma Pedrero explora y disecciona a la perfección los límites, siempre tan tenues y tan peligrosos, que separan la justicia de la caridad, la honradez del chantaje y la honestidad del miedo, hasta componer una obra teatral que define perfectamente el mundo de hoy en día.