Walter Scott, en pleno invierno
Caminar por el Central Park de Nueva York es tropezarse con su paisaje, siempre hermoso, y sus curiosidades. En esa extensión que, de buenas a primeras parece inabarcable, hay historias escondidas. Muchos van, mapa en mano, buscando esos recovecos de los que tanto se ha hablado antes, o que han visto en alguna película. Así llegué al Paseo de los Literatos o, como bien le dicen en inglés, al Literary Walk.
Entre la calle 65 y la fuente de Bethesda (la misma en la que ocurre el baile principal en la película Encantada) aparecen varias estatuas, apostadas a un lado del camino. Son poetas y escritores ingleses que van escoltando esa ruta tan llena de literatura y buenas letras, abrazada por árboles de olmos que arrancan más de una foto. Así, aparecen las miradas serias de Fitz-Greene Halleck, Walter Scott, Robert Burns y, por supuesto, William Shakespeare.
Esta parte del Central Park es el único paseo en línea recta que existe en el parque y por eso resulta tan emblemático. El Paseo de los Literatos comienza al sur, justo donde está la escultura de Christopher Columbus. Hay que caminar despacio, como invocando a sus personajes, a ver si algo de literatura se nos queda pegada en el cuerpo mientras los observamos.
El paseo helado en el Central Park
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