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El pato salvaje

Publicado el 25 marzo 2011 por Icíar
Escritor: Henrik Ibsen
El pato salvaje“El pato salvaje” me ha parecido una obra de teatro de lectura aparentemente sencilla, amena, y con cierta expectación, pero con tantos matices y condensada en ideas que bien valdría una buena discusión, como siempre que se trata de decidir sobre las actitudes a adoptar ante la vida, y lo que es bueno, malo, valioso o inútil.
En el entorno de la sociedad de finales del siglo XIX, esta obra de teatro parte del símil de lo que es la caza del pato salvaje, donde parece ser que cuando tras el tiro, éste no muere, sino que queda herido, el pato se sumerge en el agua agrrándose con el pico a las algas o a cualquier otro saliente que le permita no emerger. Siendo el perro el que finalmente va a por él y lo saca a la superficie. Y hablando de perros … ¿qué es mejor: agarrarte a las algas y “morir en la oscuridad”; o que te salve el perro de morir ahogado para luego dejarte a los pies del cazador?
Hjalmar Ekdar vive muy ajustado con su familia. Unos años antes de casarse, gozaba de una buena posición social, antes de que su padre cayera 'en desgracia'. Ahora como un pato herido, y con una melancolía que ya no le abandonará nunca, trata de seguir adelante, adaptándose a su nueva situación con algunas muletas fantasiosas, como 'eso' que guardan tan maltrecho en el desván, y alguna “mentira vital” que le dé cierto brillo a su existencia. Pero hay más, no sólo eso, y esto es lo bueno de esta joyita de obra de teatro.
Por otra parte tenemos a Gregorio Werle, que es un antiguo amigo, todavía de posición, de Hjalmar Ekdar. También tenemos al padre de éste, que algo pudiera haber tenido que ver en la caída de la familia Ekdar. Y a los 'curiosos' vecinos de los Ekdar.
A partir de aquí, los personajes de la obra irán interviniendo directamente en la vida de este Hjalmar Ekdar. Gregorio, prototipo del pensamiento rígido (o más bien doctrina) de la época, en lo referente a lo correcto e incorrecto. Para el que “la exigencia del ideal” hace que su verdad idealizada sea la gran bandera, donde un pasado tiene tanta importancia como el mismo presente. El presente no tiene valor alguno, si el pasado no es bien conocido y asimilado.Luego está la postura del médico vecino de los Ekdar, que piensa todo lo contrario, cree en la necesidad de inventar en el mediocre una “mentira vital”. Dice él: “entre las dos palabras, ideal y mentira, no hay más diferencia que la que hay entre tifus y fiebre tifoidea”
Y ante tanto supuesto “perro” que a su vez bien merecerían la calificación de “pato salvaje” herido, creo que Ibsen pone en los personajes de las mujeres las posturas más auténticas, naturales, y al mismo tiempo más alejadas de las teorías. A mí el personaje de la niña, en concreto, desde las primeras apariciones me ha enamorado e inquietado, y será la 'decisión' final de ella, que no te dejará indiferente, la que ponga punto y final a esta obra de teatro, que podría continuar y continuar ... 

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