Él se define como periodista, lo que me hace que al menos a mí me de la sensación de que, en este país, le den el título de periodista a cualquiera. Aunque se dedica al mundo del periodismo desde hace casi treinta años, fue desde su interrupción como tertuliano en el programa Punto Pelota, y gracias también a las redes sociales, cuando su fama se vio incrementada hasta límites inimaginables unos años atrás. Su principal arma: portarse como un forofo y cumplir posiblemente el sueño de muchos: portarse como tal en un programa de televisión y que además te paguen por ello, obteniendo además fama nacional. Gracias en buena medida a sus gritos y comportamiento ante las cámaras, atrás quedaron los tiempos en los que las tertulias deportivas eran algo sosegado. Desgraciadamente, en estos últimos años, lo que cuenta es la polémica. A quien dirige el programa les da igual si lo que dicen es verdad, mentira o un poco de cada. Lo importante es que los contertulios cumplan con su papel y, gracias a ello, consigan su cuota de pantalla.
Personalmente tengo que reconocer que al principio me hacían cierta gracia, pero con el tiempo, mi mente ha ido creando una especie de barrera que se activa incluso antes de que comiencen a gritar, como prueba el hecho de que, en cierta ocasión, tuve que apagar la televisión al minuto y medio de comenzar el programa debido a la negatividad que emitían. ¡Y eso que todavía no habían comenzado a gritar! Es en momentos como este cuando uno piensa y se pregunta hasta qué punto les beneficia todo esto, hasta qué punto les da réditos alimentar el odio desde los medios de comunicación, más cuando parte de su audiencia son niños y jóvenes que les tienen como un espejo en el cual mirarse, llegando a pensar que es normal defender a tu equipo de la manera en la que ellos lo hacen. Porque hay algunos, incluyéndome yo mismo, que sabemos desde hace tiempo que esto no es más que una pantomima en forma de payasada, pero los hay quienes se los toman en serio, y esto puede ser muy peligroso.
Para comenzar, cualquier descerebrado puede presentarse algún día en la puerta de los estudios de la cadena y hacer algo que nadie desea con estas personas, tales como una agresión, al no saber distinguir entre persona y personaje, porque esto es precisamente lo que muestra ante las cámaras: un simple personaje. El típico personaje que no sabe perder, que utiliza el "y tu más" para minimizar sus vergüenzas, que piensa que por ser el que más grita va a tener razón, y un largo etcétera. En fin, si, como he podido leer en algún tweet enviado al programa, hay estudiantes de periodismo que de mayores quieren ser como él, que Dios, todos los ángeles del cielo y los santos del santoral nos pillen confesados.
