Revista Religión
Leer | 1 JUAN 2.1, 2 | ¿Cuántas veces ha pecado usted después de que recibió al Señor Jesús como su Salvador personal? Esta es una pregunta imposible de responder. La dura realidad es que toda persona peca —sí, incluso los cristianos.
Toda transgresión, antes o después de la salvación, surge del deseo de satisfacer nuestras necesidades prescindiendo de Dios. Siempre que tomamos los asuntos en nuestras manos y actuamos fuera de su voluntad, descendemos a un camino de tristeza y pecaminosidad.
La fe en Cristo trae una nueva relación con Dios, un nuevo espíritu, una nueva perspectiva de la vida, pero no desarraiga todo lo que queda de nuestra vieja vida. Seguimos teniendo el mismo cuerpo y la misma mente, que pueden llevarnos a las mismas dificultades.
¿Por qué pecamos aun después de la salvación? Porque se ha desatado una guerra interna entre nuestra “carne” y la vida producida por Cristo. Si no tomamos la determinación de reentrenar nuestras mentes, podemos esperar toda una vida de problemas.
La Biblia ofrece el remedio para este conflicto constante: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Ro 12.2 NVI). Es decir, debemos llenar nuestra mente con las cosas de Dios, dejando que Él reoriente nuestros pensamientos.
¿Adónde le están llevando hoy sus pensamientos? ¿Están anclados en la Sagrada Escritura, o su forma de pensar simplemente lo conduce sin rumbo por la vida? Ese camino lleva al pecado. Comience ahora mismo a enfocar su mente en el Señor.
(En Contacto)