Revista Opinión

El pederasta navideño gallego, otra vez

Publicado el 24 diciembre 2013 por Cronicasbarbaras

Como cada año el cronista quiere denunciar durante las Navidades la creación reciente y forzada por el nacionalismo gallego de una figura detestable a la que llaman Apalpador, con la que se pretende copiar tradiciones vascas o catalanas de viejos toscos que sustituyen al importado Papá Noel o Santa Claus y a los antiguos y brillantes Reyes Magos.

Pero esos porsonajes feos y desarrapados, símbolo de la miseria moral y económica, no son depravados, como el elegido por el acomplejado nacionalismo gallego, amante de lo cateto y de lo grosero, de lo vulgar e ignorante: con iconos así la pobreza y los harapor son lo deseable.

Pero, que además se le ponga como modelo a los niños gallegos a un individuo llamado Apalpador, creado por y para pederastas, es ya intolerable.

Así que el cronista repetirá incansablemente esta crónica publicada ya y que, desgraciadamente, valdrá para los próximos años como denuncia de la malevolencia o la perversa ignorancia de los promotores de este personaje.

Imaginémonos que en el Reino Unido, Suecia o Suiza unos ciudadanos crean como héroe navideño a un personaje que va a toquetear secretamente a los niños que duermen en sus camas: terminarían en prisión por pederastas.

Pero eso no ocurre en Galicia, donde el nacionalismo está popularizando a ese Apalpador como sustituto en el imaginario infantil de las figuras que dejan regalos sigilosamente, sin acercarse ni tocar a los niños.

El Apalpador apareció en 2006 promocionado por el BNG, cuyos militantes afirman que es tradicional gallego aunque ningún anciano lo recuerda, aunque algunos se recitan lo quer les pidan si se les paga previamente. Sólo hay alguna referencia escrita entre lo más triste del folclore portugués.

Es un carbonero de aspecto grosero que baja de las montañas a palparle secretamente la barriga a los niños que duermen y regalarles castañas calientes. Los premia con comida, símbolo fundamental en el psicoanálisis.

Posiblemente hubo apalpadores: poderosos hidalgos o curas que, en tiempos de las hambrunas que tantas veces sufrían los campesinos pobres, le daban alimentos y le concedían favores a los padres que les dejaban tocar, y mucho más, a sus hijos.

La creación de la figura, explicable por psicoanalistas, antropólogos y etnólogos, se debería a que los padres disimulaban su infamia tornando al depravado en amable proveedor de víveres.

Revivir a este pervertido demuestra la ceguera de los nacionalistas promocionando figuras folclóricas que no se analizan con rigor crítico y científico.

Es una interesada dejadez teñida de ingenuidad que aplaude a personajes degenerados, pero “patrióticos”, solamente para eliminar modelos irreprochables “extranjeros”.

Aunque cualquiera con cierta perspicacia psicoanalítica deduce, quizás sin errar, que el Apalpador se ha recreado para difundir ocultamente la pedofilia.

Porque a los niños les queda subconscientemente el mensaje de que los pederastas son cariñosos, y que dejándose tocar obtendrán premio.

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SALAS. Cada año divulgaré esta tira genial del artista que podría ampliarse con algunos guardias más llevándose a los ignorantes, malintencionados o pedófilos ocultos que mantienen este invento sin tradición alguna para hacer atractivo al pederasta, que es quien toquetea niños en secreto.

APALPADOR2


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