Me pasó una vez. Hallábame yo en la intimidad del ascensor de mi edificio, amparado en su soledad, temporal pero soledad, cuando algo se movió dentro de mí. Una tripa. Ya estaba por llegar a la planta baja, pero no sé qué pensé. Si fue un exceso de confianza, una prisa inaplazable o una enajenación mental transitoria. No sé, pero me dejé ir. Me tiré el pedo. Acto seguido y rubor mediante reaccioné con esperanza: mucha mala suerte sería que justo ahora estuviera alguien esperando para entrar al ascensor. No podía ser así. Justo ahora. Pero así fue.
Hui como alma que lleva el diablo metiendo la nariz bajo el sobaco. Mi esencia tardaría en olvidarla. Mi cara no. Fui un cobarde, quizá, un irresponsable, puede ser, pero ¿qué otra cosa podía hacer?
Eso pensaba entonces, porque hoy sé que podía haber hecho miles de otras cosas. Empezando por quedarme dentro del ascensor y:
- Negar el mal olor.
- Negar mi autoría intestinal ante la evidencia incontestable del pestazo.
- Culpar a un tercero (No sabes lo mal que huele Carmina la del segundo tercera / Esto es el crío del del cuarto primera, que s’ha cagao).
- Hacer salir al vecino en el primer piso aunque no sea el suyo.
- Si falla todo lo anterior, recomendarle al vecino un neurólogo, porque esto de que huela cosas que no existen no puede ser sino una lesión cerebral.
- Acto seguido, mudarme a la zona alta de la ciudad, poniendo el alquiler de mi villa a nombre del vecino molesto.
No lo hice así, no tengo alma de crack, de figura, de máquina, de campeón. Lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir . Al menos no de esa manera.
- Cuando el Yak-42 era “un buen avión” y Trillo no tenía ninguna responsabilidad.
- Defensa remite a los familiares del Yak-42 a un abogado que le exime de toda responsabilidad.
- Trillo responsabiliza a los mandos militares del ‘caso Yak-42’ y no asume ningún error.
- Trillo aceleró el funeral pese a las dudas al identificar los cadáveres.
- “Federico Trillo nos recomendó a mí y a mi mujer ir a un psiquiatra.”
- El retiro dorado de Federico Trillo tras el accidente del Yak-42.

Parece que aquí dentro cuesta respirar (EFE)
