Dedico esta entrada a wallace97 y a MJGE,
que me la han sugerido con sus acertados comentarios.
Agradezco los comentarios de todos: Buenísimos.
Pero han sido precisamente wallace97 y MJGE quienes
me han hecho formular lo que sigue, con lo que supongo
que no estarán de acuerdo.
Siempre me ha llamado la atención lo siguiente: Conozco a varios licenciados en Bellas Artes (mi hermana lo es), y dibujan maravillosamente bien. No se puede dibujar mejor. También tengo bastantes compañeros arquitectos que dibujan de escándalo.
Dentro de lo bien que dibujan todos, podría establecer una cierta gradación entre ellos, según me parezcan (a mí) muy buenos, mejores o aún mejores dibujantes: Uno que dibuja muy bien, otro mejor, otro mejor aún...
Y luego, aparte, en otro universo, está Miguel Ángel.
Pues bien: ¿Qué pasa con Miguel Ángel?
Veo los dibujos de Miguel Ángel y sí, son magníficos. Pero no tienen mucha más técnica, mucho más talento ni mucho más acierto que los de algunos de estos extraordinarios dibujantes que conozco.
Y, sin embargo...
Hay miles de dibujantes formidables. También hay miles de guitarristas muy buenos, y de... de todo. Hay miles y miles de "de todo" fantásticos, pero languidecen en el anonimato, en la exclusión, incluso en el fracaso.
Y, sin embargo, Miguel Ángel es poco más. Sólo un poco más.
¿Un poco más? Según se mire ni siquiera es más, pero según se mire es otra galaxia. Por una parte, entre los dibujos de Miguel Ángel y los de tantos dibujantes muy buenos apenas hay diferencia. Tal vez un peldaño de pocos milímetros. Pero por otra el salto es abismal, es otro mundo, otra dimensión.
¿Por qué? ¿Dónde reside el vértigo del genio? ¿Se puede medir?
Yo diría que no. Yo diría que no es una cuestión cuantitativa, sino cualitat... No, tampoco es sólo un cambio "de calidad". ¿Qué es? Yo creo que se parece más bien a un big bang. Una discontinuidad, una excepcionalidad.
Y creo que esa excepcionalidad, ese salto, ese quiebro en el continuum lo hemos hecho nosotros.
Cuando Miguel Ángel tenía que pelearse con sus colegas para conseguir un encargo de algún mecenas tenía que demostrar ser el mejor entre sus iguales. Ganaba un concurso esa vez, y perdía otras veces. No estaba divinizado. Era un profesional que conseguía agradar al cliente en tal encargo mejor que sus colegas.
Pero tras siglos de veneración lo hemos descoleguizado. Ya no es un primus inter pares. No tiene pares. Es más, quienes podrían estar a su altura, aquéllos contra quienes luchaba en su quehacer diario, y que incluso a veces le ganaban, están en otras vitrinas, en otros altares, en otros templos, aislados unos de otros para que no compitan nunca más. Todos reinan en nuestros corazones y nadie puede ya alcanzar esos niveles, que no son ya profesionales, sino legendarios.
Miguel Ángel era famoso en vida, pero era humano. Hoy nosotros, desde mucho antes de ver un dibujo suyo, o de rodear su David y sus esclavos en la Galería de la Academia, o de ver su Piedad Rondanini, ya estamos postrados, entregados. No juzgamos su obra, no tenemos mentalidad crítica, sino devota. No valoramos: veneramos.
Tenemos nuestra capacidad crítica suspendida ante estos dioses, que, por lo tanto, no están en la escala graduada de las obras humanas, ni en el plano de comparación con los demás, sino en un reducto inalcanzable.
Ahí lo dejo. No sé muy bien a dónde va esto que digo. No sé si de verdad suspendemos nuestra capacidad crítica ante los valores que nos vienen dados y que aceptamos sin cuestionar. Creo que sí. Creo que eso hace mucho en nuestra contra respecto a lo que decía el otro día sobre la necesidad de ejercer la crítica y de tener algún criterio.
Creamos mitos, los colocamos en un pedestal y nos ponemos de rodillas ante ellos. Eso es mucho más cómodo que hacer crítica. Ya se hizo en su día y resultó que ese artista y toda su obra fueron declarados sublimes. Pues ya está. A otra cosa, mariposa.
Como colofón, y aunque no venga muy a cuento (pero es que lo acabo de ver, y me ha gustado, y no he podido evitar hacer la comparación), os muestro un dibujo muy reciente de mi amigo Antonio Esteban, uno de los mejores dibujantes (y, sobre todo, pintores) que conozco.
Y otro de un ser divinizado que está a muy pocos milímetros de Antonio, o a cientos de miles de kilómetros. Según se mire.
(Si te ha gustado esta entrada clica en el botón g+1 que verás aquí debajo. Muchas gracias).