"Quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores". (Paul Preston)
Existe algo peor que la ignorancia a secas, y es la ignorancia histórica. Ignorantes de muchos aspectos de la vida y del universo que nos rodea somos todos -y más yo que aún tengo doce años-. No hay nadie en el mundo que lo sepa todo. Por lo tanto la ignorancia es una enfermedad que no tiene cura; de hecho, si dedicáramos toda nuestra vida a leer, incluyendo las horas de sueño, solo podríamos leer el 10% del 5% de la Biblioteca del Senado Americano -una de las bibliotecas más grandes del mundo, con una colección de 175 millones de documentos. Pero tranquilos, hay un remedio para paliar los síntomas: el estudio, por lo que sí queda claro es que algunos somos más ignorantes que otros.
Para entender nuestra sociedad actual es necesario conocer la historia de nuestro país, España, y la de nuestro continente, Europa. Además, el estudio te aporta un criterio propio tan escaso en los tiempos que corren.
No se puede intentar retrasar el reloj de la Historia, y querer solo rememorar lo malo sin potenciar el espíritu democrático. Y lo que es más peligroso aún, dejar mirar hacia atrás a un indocumentado que pretenda distorsionar la historia para su propio beneficio.
La falta de exigencia, los constantes cambios en el sistema educativo y el poco interés por nuestra historia, han dejado una laguna con un caldo de cultivo perfecto para los que desean inculcar en aquellos susceptibles de ser manipulados una historia inventada, tergiversada, distorsionada y a medida. La Historia no es de derechas ni de izquierdas, la Historia es de todos.
La Historia debe ser una asignatura mucho más importante en los colegios y universidades, porque su desconocimiento puede traer consecuencias negativas. Sabiendo Historia se lo estás poniendo muy difícil a aquellos que están en contra de la igualdad, la libertad de expresión, la tolerancia y la democracia. En definitiva, a los corruptos, dictadores, xenófobos y a aquellos que quieren sembrar el odio. Si tú no usas la cabeza, ten claro que otro la usará por ti, es así de simple.
Pobre del país donde lo malo controla, donde el civil se enamora de la corrupción.
Pobre del país alienado por la droga,
porque una mente que afloja, pierde la razón. Pobre del país que, con la violencia crea que puede matar la idea de su liberación. Pobre del país que ve la justicia hecha añicos por la voluntad del rico o por orden militar. Cada nación depende del corazón de su gente. Y a un país que no se vende, nadie lo podrá comprar! ¡No te olvides! Rubén Baldes ¡Hasta la próxima! También me podéis seguir en mis columnas semanales delavozdeltajocom, teleprensacom, oKdiario y Entrepeneur
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