Foto: Ayuntamiento de Madrid
VEINTICUATRO AÑOS DESPUÉS de que el proyecto fuera concebido, Manuela Carmena ha conseguido lo que no pudieron sus antecesores: cerrar el “acuerdo definitivo” para el desarrollo urbanístico al norte de la capital. Visto lo visto, no parece que el “urbanismo ideológico” de la alcaldesa de Madrid -Cifuentes dixit- haya supuesto una dificultad insalvable, sino más bien lo contrario.Quizás convenga recordar que fue en 1993, con Josep Borrell como ministro de Fomento y Joaquín Leguina al frente de la Comunidad de Madrid, cuando se gestó la denominada ‘Operación Chamartín’. La idea inicial era remodelar la estación ferroviaria y financiar la reforma con los aprovechamientos urbanísticos generados en su entorno.Desde entonces, se han ido sucediendo gobiernos de todos los colores en las distintas administraciones implicadas, sin que nunca hasta ahora los responsables políticos hayan conseguido “pasar de las musas al teatro”.Hace dos años, con la llegada de Carmena al Gobierno municipal el escenario cambió, y de qué manera. Los votos de Ahora Madrid tumbaron y enterraron la vieja y excesiva Operación Chamartín y se inició un nuevo proceso entorno a “un modelo de ciudad racional, equilibrada y sostenible”. Al equipo de Carmena, y también al PSOE, le llovieron entonces las críticas con duras acusaciones por “frenar el desarrollo de Madrid y paralizar las inversiones”.El Ayuntamiento aguantó el chaparrón como pudo, singularmente el concejal responsable de Urbanismo, José Manuel Calvo, cuya impasibilidad se puso a prueba, convencido de que finalmente se acabaría imponiendo el criterio de Ahora Madrid o, al menos, una solución intermedia y negociada, que es lo que finalmente ha ocurrido. La llegada de Íñigo de la Serna al ministerio de Fomento tampoco ha sido ajena a este espíritu de concordia.Las obras es muy posible que no empiecen hasta 2019, ya que aún faltan muchos trámites burocráticos y administrativos, pero si nada se tuerce, el impacto social y económico de esta gran obra puede ser sencillamente impresionante.No ha sido fácil, ni mucho menos rápido, pero el hecho cierto es que casi un cuarto de siglo después, el norte de Madrid empieza a despegar. Sobre el papel, es cierto, porque las grúas tardarán todavía un poco en llegar, pero el simbólico primer ladrillo de la nueva city, acaso el más difícil, ya está donde corresponde. Si la señora presidenta de la Comunidad de Madrid, que no quiso salir en la foto junto a la alcaldesa y el ministro, no tiene inconveniente, claro. Imagino, en todo caso, que cuando a Cristina Cifuentes se le pase el “malestar por desconocer el proyecto” tendrá una nueva ocasión de poder retratarse.