En Academia Cruellas analizamos el sentido del pensamiento heideggeriano. La obra filosófica de Heidegger es compleja. Al principio, Heidegger fue considerado un filósofo existencialista. Es verdad que en su obra se lleva a cabo un análisis de la existencia, pero la llamada analítica existencial heideggeriana está movida por un proyecto que sobrepasa toda filosofía de escuela. Está movida por la necesidad de llevar a cabo una reflexión sobre la situación presente del mundo y de la cultura occidental, en un intento de recuperar su sentido unitario, comprender más a fondo tales fenómenos a partir de su ya larga génesis desde Grecia, y así hacer un balance crítico sobre nuestro tiempo.
Heidegger considera que la historia de Occidente, y también en consecuencia todos los fenómenos culturales, así como el modo en que el hombre se ha interpretado a sí mismo, son consecuencia y resultado de la Metafísica, es decir, de una peculiar y precisa manera de interpretar la relación ser y pensar. El mundo occidental se ha hecho una idea de lo que es ser y es pensar, y tal idea o concepción ha venido a determinar y configurar el modo de entender los fenómenos culturales y cuya expresión Heidegger viene a recoger y reconocer en la técnica y la creciente tecnificación del mundo y del hombre.
La obra heideggeriana recorre, analiza y repiensa los diferentes fenómenos y expresiones de nuestro mundo occidental tecnificado y tecnológico, lo hace en un diálogo con la historia de los pensadores y lo por ellos dicho, para, en esta repetición de la historia, ir asistiendo a la génesis de nuestro tiempo y así descubrir su profundo y ya olvidado sentido, y habilitar para, acaso algún día venidero, iniciar una nueva experiencia de lo que signifique ser en la relación “ser y pensar” con la consiguiente transformación en el modo de entender, vivir y configurar el lenguaje, la comunicación intersubjetiva, el arte, el habitar en la tierra, lo divino, etc.
Heidegger no es en modo alguno, un pensador metafísico, si por metafísica se entiende el modo se ha interpretado la relación “ser y pensar” desde Platón hasta Nietzsche. Antes al contrario, Heidegger es un pensador anti-metafísico, anti-tradicional (pues toda la tradición occidental, a su juicio, rezuma y está determinada por la metafísica), destructor de la metafísica; pero no en el pintoresco modo de un ingenuo acrítico “robinsonismo” que volviendo la espalda y desconociendo la historia trata de estrenar el mundo, sino desde la reflexión en lo que hemos sido y como hemos llegado a serlo, desde la reflexión en lo que ha sido metafísica, para así poder promover una interpretación no-metafísica del mundo: lo cual no significa que abogue por cualquier tipo de positivismo, ciencismo, irracionalismo, ateísmo, etc, pues todo esto no son en el fondo sino formas y secuelas de la manera metafísica de pensar.
La empresa heideggeriana consiste en tratar de comprender y preguntar lo que significa ser: preguntar por el sentido del ser; sentido del ser que ciertamente no es unívoco, ni fijo, y por tanto no dado de una vez por todas, esto es, estático; sino que, al contrario, es temporal e histórico.