Revista Cultura y Ocio

El pensamiento intelectual y la Revolución Francesa

Publicado el 09 julio 2014 por Albilores @Otracorriente

Pensamiento inetelctual

La Revolución Francesa, un movimiento que se inspiró en el pensamiento intelectual de las concepciones filosóficas del XVIII, anunció la época histórica específicamente moderna. Rosseau, Voltaire, Montesquieu y Diderot pusieron el caldo de cultivo que originó una tranformación sociopolítica del mundo conocido desatando la exploración de ideas políticas hasta entonces desconocidas. Las luchas titánicas de los 25 años posteriores a 1789 modificaron para siempre toda la civilización, social, política e intelectual.

Los héroes del pensamiento intelectual son Kant, Lichte y Hegel, Burke, Chateaubriand, Sain-Simon y Fourier, los poetas románticos, los renovadores de la filosofía política y los creadores de nuevas doctrinas sociales. Aunque persisten dudas y tensiones, el periodo victoriano, se caracteriza por una estabilidad relativa y por el inicio de grandes esfuerzos de síntesis – Marx, Darwin y Mill. El realismo se sobrepone al romanticismo en la literatura y las artes, y la ciencia, esencia del realismo, pasa a ser el dios moderno. También hay que recordar que la sociedad sufre el fracaso revolucionario de 1848 hasta llegar al colapso de 1914 y, aunque un estilo sombrío transita por la Europa postdarwiniana y postmarxista, se produce un caudal de pensadores sorprendentemente penetrantes que exploraron esferas hasta entonces desconocidas, zonas de gran asimetría.

El pensamiento intelectual de hombres como Nietzsche, Freud, Bergson, Sorel o Max Weber era una filosofía marcada por el irracional inconsciente. Además, al mismo tiempo que se producen ingentes movimientos de poblaciones del campo a la ciudad, aparecen los grandes adelantos tecnológicos. Por ese entonces, los intelectuales y los artistas van quedando cada vez más distantes o apartados de la sociedad, a pesar de que fueron más creativos que nunca, dando nacimiento al modernismo, movimiento que se caracteriza por la ruptura de las esferas públicas y privadas.

De los períodos decisivos del mundo moderno, solo 1914 puede rivalizar con 1789; nada fue igual después de la I Guerra Mundial y la decadencia que provocó. Luego, con la aparición de Mussolini, Hitler y Stalin, Europa se acabó de desangrar.

Los procesos de crecimiento demográfico, de urbanización y de una estratificación social, conllevó, hacia finales del siglo XIX, la concentración de la población en las ciudades, algo que podemos afirmar que ha sido el fenómeno más notable del siglo. Las grandes masas urbanas, desarraigadas de sus culturas populares tradicionales, se convirtieron en consumidoras de ideas y valores proporcionados por el pensamiento intelectual urbano. La ciudad era un lugar de estímulos y el lugar en que se expandió como nunca una clase nueva: los intelectuales. Eran hombres especialistas en ideas, vendedores de mercancías ideológicas. Como apunte aparte, desde 1898, se popularizó en Francia el vocablo intellectuel. Eran los tiempos de Dreyfus, pero Heyck afirma que la idea de vida intelectual surgió en Inglaterra en los años setenta del XIX y que el sustantivo intelectual, ya está en la edición de 1888 del Diccionario de Oxford.

Todo este fenómeno de transformación ha desembocado en nuestro modo de vida, en una manera de entender la existencia como un poseer de bienes materiales más o menos necesarios pero del todo imprescindibles en el cual, a diferencia de otras épocas, la clase intelectual no es la élite dominante, sino la económica, por lo que el individuo como parte de una comunidad ha sido sustituido por el individuo como mercancía laboral y como sujeto de consumo.  Lo que se pretende, en una especie de círculo vicioso, es que el producto que se vende comience y acabe en el mismo lugar: en el empleado que lo fabrica, el mismo que lo acabará comprando. Así, no habrá ningún movimiento social que pretenda ir en contra de esta sociedad voraz capitalista que triunfe si no viene cimentada por una serie de ideas que emanen de intelectuales brillantes porque la clave no es acabar con lo que nos perjudica, sino sustituirlo por lo que nos beneficia, y ahí es necesario el pensamiento intelectual, el mismo que cambió el mundo tras la Revolución Francesa.


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