Revista Cultura y Ocio

El peor viaje del mundo

Publicado el 24 junio 2011 por Monotematicosfm @curnom
El peor viaje del mundo
El peor viaje del mundo, de Apsley Cherry-Garrard
La historia de la última expedición de Robert Falcon Scott es de sobras conocida. Después de un fallido intento de alcanzar el Polo Sur, a principios de 1912 Scott lo intentó de nuevo, llegando a su meta solo para comprobar que el noruego Amundsen se le había adelantado. Agotados y castigados por las severas condiciones meteorológicas, él y cuatro compañeros (Wilson, Bowers, Oates y Evans) murieron durante el viaje de vuelta. Pero a pesar de no haber sido el primero en pisar el Polo Sur, la trágica aventura de Scott ensombreció la gesta de Amundsen, el verdadero conquistador del Polo.  La historia de esfuerzo y sacrificio con desenlace fatal sedujo al público convirtiéndolo a él y sus compañeros en héroes, aunque varias décadas más tarde se cuestionaron sus métodos y decisiones, tambaleándose su figura, y aún persiste cierta polémica entre detractores y defensores sobre si fue un jefe competente o un imprudente que llevó a la muerte a sus compañeros.
A pesar de la desafortunada odisea de Scott, el nombre del libro no hace referencia a ella, sino a otro episodio distinto de la misma expedición. Ésta permaneció más de dos años en la Antártida, ya que el océano que la rodea solo es navegable durante el verano (desde noviembre a marzo) debido a la capa de hielo marino que rodea al continente el resto del año, y a que el ataque al Polo Sur también tenía que hacerse en verano, aprovechando las temperaturas relativamente más suaves y sobre todo la luz del sol, ausente o muy débil el resto del año. Las expediciones de entonces tenían que comprender tres veranos, uno para la llegada, otro para el intento de alcanzar el Polo y un tercero para el regreso. Solían además incluir una serie de proyectos de investigación en diversas  materias, dado lo desconocido que era el continente para la ciencia, así que buena parte de los integrantes eran científicos: geólogos, biólogos, meteorólogos, etc.
El autor del libro, junto con el doctor Wilson y el teniente “Birdie” Bowers, acometieron la que sería la primera travesía antártica realizada en invierno, lo que no solo significaba hacerlo en condiciones de temperaturas extremadamente bajas, sino en total oscuridad, en plena noche polar de 24 horas diarias. La razón de esta locura fue conseguir huevos recientes de pingüino emperador para poder estudiar los embriones. En aquella época se consideraba a los pingüinos como las aves más primitivas, y el estudio de los embriones de pingüino emperador, los más grandes con diferencia, permitirían confirmar o descartar el parentesco de las aves con los reptiles. Pero estos animales incuban sus huevos en pleno invierno antártico, así que, si querían conseguir embriones recientes era obligatorio recogerlos en invierno.
Fueron cinco semanas de sufrimiento extremo, los tres hombres tirando fatigosamente de dos trineos con todo su equipo y suministros y soportando temperaturas que alcanzaron los 60 grados bajo cero. Partieron arrastrando 350 kilogramos de peso para recorrer a oscuras una distancia de unos 250 kilómetros – ida y vuelta – por un suelo quebrado por grietas y montículos de hielo. Soportaron vientos huracanados que llegaron a llevarse por los aires la lona que les servía de refugio; si no hubieran tenido la suerte de encontrarla posteriormente a menos de un kilómetro probablemente no habrían sobrevivido. Las ropas no transpiraban, lo cual, aunque pueda parecer un detalle nimio, es de gran importancia. El sudor empapaba las ropas y éstas se congelaban quedando rígidas y dificultando enormemente los movimientos. En la tienda y dentro de los sacos lograban fundir el hielo con el calor corporal para dormir empapados, y a la mañana siguiente los sacos también estaban mojados y se congelaban rápidamente hasta ponerse duros como tablas. No acabaron aquí las penalidades que tuvieron que soportar, pero lo dicho da idea del mérito que tuvo sobrevivir al “peor viaje del mundo”. No nos debe extrañar que Cherry-Garrard comience su libro con las siguientes palabras: “La exploración polar es la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido.”

Apsley Cherry-Garrard pertenecía a una familia aristocrática inglesa, y creció fascinado por las hazañas que se contaban de su padre, general curtido en diversas campañas del Imperio Británico que murió cuando él tenía siete años. Al enterarse del proyecto de conquista del Polo Sur vio la oportunidad de emular a su progenitor, pero Scott tenía muchas ofertas de personal capacitado para la expedición. Apsley ofreció 1000 libras para contribuir a financiarla, pero Scott, aunque muy necesitado de dinero, no modificó su criterio. Apsley mantuvo su contribución a pesar de ser rechazado, y su generosidad más la influencia del doctor Wilson, amigo y mano derecha de Scott, así como director científico de la expedición, facilitaron finalmente su aceptación. Ni Scott ni Wilson lamentaron nunca su apoyo a Cherry-Garrard, al contrario, siendo uno de los miembros más jóvenes lo consideraban uno de los más valiosos. En la Antártida se mostró como un excelente compañero y abnegado trabajador, siempre de buen humor y dispuesto a ayudar y a realizar las faenas más penosas. Solo tenía un detalle en contra: era miope y necesitaba gafas, y esto es un verdadero problema en la Antártida, ya que se cubren fácilmente de escarcha e impiden la visión. Probablemente esta circunstancia le salvó la vida. Cherry-Garrard fue seleccionado para el grupo de los doce que saldría rumbo al Polo Sur, parte de los cuales seguiría con Scott hasta el final y el resto retornaría al campamento base tras abastecer los depósitos de alimento y combustible de que se serviría el equipo de los elegidos en el viaje de vuelta. Apsley fue descartado en última instancia para el trayecto final, mientras que los cinco que siguieron murieron en la vuelta.
Cherry-Garrard fue posteriormente encargado de reabastecer el depósito de Una Tonelada, que es como llamaban al almacén de suministros más próximo al campamento base, el que permitiría al grupo del polo recorrer el último tramo de la vuelta. Partió con la esperanza de encontrarse con los cinco expedicionarios y poder ayudarles en el regreso, y de hecho estuvo pensando seriamente ir a su encuentro, pero decidió no hacerlo al recordar las instrucciones del propio Scott sobre preservar a los perros. Más tarde se comprobó que Scott, Bowers y Wilson murieron a unos veinte kilómetros del depósito de Una Tonelada. Con el tiempo Cherry-Garrard llegó a obsesionarse con la idea de que si hubiese seguido su impulso probablemente los hubiera encontrado y salvado la vida. Este remordimiento le acompañaría el resto de su vida.
El peor viaje del mundo no solo es la obra de referencia y la descripción más objetiva de la expedición de Scott, sino que está considerado como el mejor libro de viajes y exploraciones. Con su estilo sencillo y directo este libro no defraudará a los aficionados a este subgénero literario, pero los que no lo sean tampoco se arrepentirán de leerlo. A algunos les resultarán largas o detalladas en exceso las descripciones y enumeraciones de provisiones y materiales, pero es una obra apasionante que engancha enseguida al lector y que cautiva por la calidad humana de un grupo de personas conviviendo en condiciones extremas y arriesgando su vida por una idea. Nada que ver con un reality show, es lo más opuesto posible a Gran Hermano. El peor viaje del mundo

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