Anoche el Pere, un joven
de 27 años que vive en un pueblo del Maresme, comarca catalana muy cercana a
Barcelona, se acostó feliz, después de brindar con los amigos de la colla, tras
presenciar en el bar del pueblo el debate de investidura de Carles Puigdemont,
nuevo presidente de la Generalidad. Brindaron por la independencia de Cataluña,
por la libertad de su País y por el espléndido futuro que les espera en una
Cataluña separada de la España opresora.
Y algo hablaron de
política en el bar, aunque muchas veces se perdiera en los discursos de los
diferentes líderes políticos, al fin y al cabo él no entiende mucho de política,
bueno, en realidad entiende poco de casi todo, pues de muy joven dejó los estudios
para trabajar en la obra, curioso paralelismo con muchos jóvenes de su
generación del resto de España, ese país al que dice que los catalanes se
parecen tan poco.
Y poco le ha importado al
Pere que la CUP, el partido al que votó en las pasadas elecciones, se haya
hecho el harakiri entregándose en manos de Convergéncia y ERC, disponiéndose a
desaparecer. Aunque anoche brindara por ello, porque todo vale en el nuevo
camino del nuevo estado catalán.
Y poco le importa al Pere
haberse enterado, el mismo sábado por la noche, del nombre del nuevo ‘Molt Honorable’,
un tal Carles Puigdemont, hasta ahora alcalde de Gerona, una ciudad que no ha
visitado en su vida. Y es curioso, porque el Pere conoce mejor Alicante, Murcia
y Almería, pues sus padres son originarios de Águilas y ha pasado allí gran
parte de sus vacaciones de verano, que el resto de la Cataluña pues él solo se
mueve habitualmente por su pueblo, Badalona, Mataró y Barcelona; ¡ah!, y una
vez que fue a Bañolas y otra a Port Aventura en excursiones del colegio. Pero
el Pere es un gran defensor de una Cataluña independiente.
Por eso anoche se acostó
feliz. Y hoy se ha despertado a la misma hora de siempre y al abrir los ojos,
por un momento, ha pensado que por fin se había conseguido, que su Cataluña ya
era libre; pero ese pensamiento solo ha durado un segundo, mientras le llegaba
la cruda realidad, un lunes más al sol, un día más sin esperanza para su
futuro, con 27 años y dependiendo de sus padres, pues el dinero que obtuvo con
la venta del coche ya se le ha acabado.
Y mientras se tomaba el
desayuno ha pensado en el discurso del tal Puigdemont, un discurso que habló de
la independencia, del futuro de un País desconectado de España, pero que casi
no habló de la gente como él, de los problemas de los jóvenes, de los catalanes
sin empleo, sin futuro. Y se puso a pensar. Y se dio cuenta de que a lo mejor
no es todo tan bonito como lo pintan.
Pero luego, cuando quede
con sus amigos Ferran y Alex, otros dos separatistas que se encuentran en su
misma situación, para pasear por la riera y tomarse una caña, tendrá miedo a
comentarles lo que ha pensado esta mañana y volverá a gritar eso de “in-de-independencia”,
mientras brinda por el “futuro” de Cataluña.
Revista Política
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