Revista Psicología

El perfecto príncipe azul o la perfecta princesa azul

Por César César Martínez Romero @corazonin
Hace ya muchas semanas escribí sobre la búsqueda de los príncipes y princesas azules y la búsqueda de la felicidad. Ya entonces dudaba de la utilidad de esa búsqueda del ser perfecto. Ahora voy a ir aún más lejos, voy a dudar de la existencia de ese ser perfecto. Y es que lo perfecto suele ser enemigo de lo muy bueno.

El perfecto príncipe azul o la perfecta princesa azul

Solo en el Castillo de la Bella Durmiente se puede encontrar a la pareja perfecta

¿Alguien puede buscar a alguien inmaculado hoy en día? ¿Alguien puede creer aún en cuentos de hadas? ¿Alguien puede creer que los príncipes o las princesas son como en las historias de Disney? En terapia me he encontrado con pacientes que aunque dicen que no creen en todas esas historias se comportan como si creyeran en ellas al pie de la letra, esperando eternamente a la persona ideal o desconsolados por el infortunio de estar con una pareja que no es como ellos soñaron o creyeron ver al principio de la relación. Más de una mujer me ha dicho en secreto que lo que ella necesita es que la traten como a una princesa y en más de una ocasión he intuido el deseo de un hombre de cuidar de una princesa desvalida que refuerce su hombría.

Por supuesto que no estoy diciendo de conformarse con el primer sapo que aparezca, o de compartir nuestra vida con una persona que más o menos sea buena persona y no esté mal. Defiendo que el amor no tiene nada que ver con la perfección. Una relación de pareja está compuesta de dos personas, y las personas nunca son perfectas. El amor está compuesto por una constelación de emociones, ideas y momentos y ellos no son perfectos. El tiempo, los años y nosotros impedimos que todo sea ideal. El amor es deseo, ilusión, caricias, guiños, conversaciones, planes, paseos, pasión…, el amor es especial, pero no perfecto. Lo perfecto nace perfecto y cuando deja de serlo se acaba. Lo especial se puede encontrar, construir, necesita trabajo para que siga siendo especial. En lugar de buscar a alguien perfecto o nacido para nosotros, busquemos a alguien con quien nos apetezca estar, que deseemos, que nos guste y dejemos la sangre azul para los cuentos o las revistas del corazón. 


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