Revista Sociedad

El periodismo del falso cura

Publicado el 02 enero 2014 por Oscar @olavid25
El ex piloto Michael Schumacher.

Schumacher, en una imagen de Reuters.

El club de los seguidores de la Formula 1 no se diferencia mucho de otros, como los dedicados al cultivo de la marihuana, el coleccionismo de sellos o el sexo en grupo. Sus integrantes son gentes a los que les une un interés común y que, casi siempre, son observados con escepticismo por el resto, como si todo lo que hiciéramos o quisiéramos tuviera sentido. A mí, las carreras de coches me cansan, sobre todo, porque siempre ganan los alemanes, como se decía antes del fútbol. Confieso, no obstante, que he seguido muchas con atención. En la Formula 1, hay ingredientes que me empachan, esa exhibición del lujo, esos circuitos nocturnos en mitad del desierto, esos sueldos estratosféricos y un señor bajito con el pelo blanco y una modelo-acompañante de larguísimas piernas que no siempre es la misma. Conozco a seguidores muy fieles de las carreras, entre ellos mi primo Chasco y mi amigo Balbás, y entiendo su pasión. Es tan irracional o tan lógica como cualquier otra.

Lo que no me entra en la cabeza es que un tipo (un periodista, dicen) se haya disfrazado de cura para entrar en la habitación de un hombre que se debate entre la vida y la muerte, supongo que con la intención de obtener un par de fotografías publicables, primero, en algún periódico sensacionalista y, después, en todo el universo con la excusa de la curiosidad. Michael Schumacher, que lo ha ganado todo en este deporte, es la víctima de esta estupidez, aunque él no lo sabe porque acabó el año estrellado contra una piedra cuando esquiaba con su hijo en los Alpes franceses. Una paradoja para alguien que se ha jugado la vida a toda velocidad y que ahora disfrutaba de un retiro dorado y de su inmensa fortuna, pero así enreda el destino. A Schumacher le ha servido de poco liderar cada año la lista de los deportistas mejor pagados del mundo. Bueno, tal vez para pagarse un neurólogo que podría revisar también la cabeza del supuesto sacerdote y de los que estaban dispuestos a pagar por las fotos.

La cama de un hospital debería entenderse siempre como un ámbito inexpugnable, un reducto de privacidad inviolable, porque allí es donde más evidente es nuestra debilidad. Somos humanos y nos consideramos casi intocables. Sin embargo, todo se viene abajo sobre ese colchón que nos expone ante el mundo tal como somos, aunque nos abrigue el ánimo más intenso y nos acompañe el abrazo más fuerte de los nuestros. Espero una pronta recuperación del protagonista de la historia y de todos los demás. Y para el supuesto cura y periodista, la candidatura a tonto del mes. Con el año recién estrenado no me atrevo a más. Seguro que tendrá una dura competencia.


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