Daniel Poohl, colaborador y discípulo de Larsson, publica un libro titulado “La voz y la furia”, que se puede adquirir al módico precio de dieciocho euros, en cualquier librería a partir del pasado día 16 de Junio, más o menos.
El texto refleja la personalidad que escondía el autor de la trilogía “Millenium”, prematuramente fallecido por el abusivo consumo de comida basura, café americano y Marlboro, malas compañías para unas coronarias afectadas además, por el sedentarismo y el estrés. El sueco tenía una visión crítica de su país y veía resurgir en nazismo en formas actuales más sofisticadas de comportamiento; él mismo dirigía una publicación periódica, en la que el Sr. Poohl colaboraba, a guisa de la propia Millenium, cuyo redactor jefe fue el protagonista de la saga. Ahora, su lugarteniente nos revela el pensamiento del autor sueco al módico precio de dieciocho euros, lo que me parece muy bien, por esas cosas de que el trabajo debe verse remunerado. Diferente resulta la crítica hacia otras formas de periodismo, hacia los mass media, que determinan lo que es y lo que no es noticia, o hacia la propia sociedad criticada por estos dos autores: Obviamente el racismo, la violencia de género, las diferencias sociales o religiosas, están presentes en nuestro día a día; uno llega a pensar que resultan consustanciales con la naturaleza humana, y que no pueden evitarse, como el comer o el dormir, y prefiere creer en las leyes para evitar los desmanes de un comportamiento naturalmente violento en el hombre; pero por otro lado, la crítica al sistema a dieciocho euros, no deja de convertirse en una forma de integrarse en el mismo, recogiendo las cenizas esparcidas del cadáver de Larsson. Es cierto que alcanzó al gran público por su trilogía, y también es verdad la ignorancia que muchos de nosotros tenemos sobre el resto de sus escritos; la personalidad e ideas del autor quedan patentes en más de mil páginas de una novela entretenida que tiene un trasfondo social absolutamente transparente; resucitar a su autor, tristemente desaparecido, infunde sospechas de lo económicamente conveniente en este mundo cruel, en el que los mercados han puesto precio a la sinceridad.