Amo a los periódicos, los adoro porque me criaron. Los quiero y el olor a tinta es parte de mi ser, si no mi ser. He vivido entre bobinas y tintas, mamado de jefes que me hicieron crecer y equipos que me hicieron creer. Amo a los periódicos y me moriré queriéndolos. Me moriré, gracias a Dios, sin verlos desaparecer.
Y todo esto a pesar de esto: del que se ha hecho multimillonario a costa de mi profesión, a costa de mandar al paro desde 1989 a cientos de sus presuntos compañeros, por su ego. Ahora dice que tiene derecho a dormirse en sus laureles porque ha vivido y porque lanza Orbyt, en lo que nunca ha creído. O, lo que es peor, nunca ha entendido. Pero siguen haciéndole la ola.
Y el de los laureles es éste: