Revista Historia

El periodístico festín de hienas del suicidio del General Tojo

Por Ireneu @ireneuc

El periodístico festín de hienas del suicidio del General Tojo

El periodístico festín de hienas del suicidio del General Tojo

Paparazzis

Cuando encendemos la tele y vemos los programas del corazón, vemos que algunas veces, debido a la dudosa calidad de sus contenidos, en vez de al "corazón", más bien se dedican a diseccionar en vivo las almorranas de quien se les pone por delante, dando un espectáculo más bien lamentable. Uno, podrá estar a favor o en contra de este tipo de periodismo, pero lo que no podemos hacer es negar que tiene mucho público y, muchas veces, más de lo que pudiera parecer "sano". Alguien pudiera pensar que esto es un fenómeno que hace relativamente poco que ha salido, pero no es así, porque ya al final de la Segunda Guerra Mundial se dio un episodio que haría enrojecer a cualquier desvergonzado periodista de la prensa amarilla de hoy en día.

El periodístico festín de hienas del suicidio del General Tojo

General Hideki Tōjō

El 2 de septiembre de 1945, tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón firmó su capitulación ante los Estados Unidos, significando el descalabro más absoluto del poder político y militar japonés. Ante la ocupación militar americana del suelo nipón, hubo quien se hizo el harakiri, quien decidió enfrentarse a los tribunales yanquis con toda la dignidad posible y quien navegaba entre las dos posibilidades. En este último grupo se encontraba el General Hideki Tojo, segundo de abordo del emperador Hirohito, pero máximo responsable en realidad de la guerra y del país.
Los insistentes rumores de que Tojo seria detenido -filtrados por los propios americanos y japoneses para dar la opción a Tojo a suicidarse y así eludir la horca- hicieron que una gran cantidad de periodistas estadounidenses, armados con sus flashes tipo faro de coche, sus libretas y sus lápices se apostaran en el jardín de la casa del antiguo primer ministro japonés. Era inminente su detención y nadie estaba dispuesto a perderse la noticia.

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Tōjō tras el disparo

El día 11, ante toda la masa periodística, las autoridades militares norteamericanas se presentaron en casa de Tojo y le informaron de que iba a ser detenido y puesto en custodia. Todo parecía normal pero, de repente, se oyó un disparo dentro de la casa, lo que hizo que toda la caterva de periodistas sedientos de novedades entrara en tropel en la casa del general. Tojo, de cara a exculpar al emperador por la responsabilidad de la guerra, había decidido finalmente suicidarse antes de ser detenido y llevado ante un tribunal militar. Pero algo había salido mal.
Tojo había decidido suicidarse pegándose un tiro en el pecho, pero el tiro había errado la trayectoria y no había sido mortal. En medio de la confusión y ante la negativa de los médicos japoneses de atender a la víctima para que no muriera, los militares americanos tuvieron que buscar médicos suyos que aseguraran que Tojo llegaría vivo al Consejo de Guerra. El problema era que no había ninguno cerca y tardaron dos horas en llegar. Pero los periodistas, durante ese lapso de tiempo, no perdieron el ídem.

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Un auténtico festín de hienas

Con tanta gente pululando y la total confusión del momento, la casa del general Tojo se convirtió en un mix entre el camarote de los Hermanos Marx, un gallinero y la casa de Tócame-Roque. Las noticias iban y venían a la misma velocidad que lo hacían los corresponsales, los cuales se agolpaban en el único teléfono de la casa para dar la noticia a sus respectivas redacciones, formando una larga cola. No obstante, hubieron unos cuantos periodistas que en medio de la confusión, dieron por cierto el rumor de que Tojo había muerto y habían ordenado que se publicara la noticia con la máxima urgencia. El único inconveniente fue que Tojo no estaba muerto, y que cuando se enteraron ya era tarde, porque dada la cola de redactores ante el teléfono, no tenían opción a rectificar. Los periodistas, habida cuenta la cagada por correr demasiado, intentaron arreglarlo por su cuenta y por la vía directa.

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Manipulado por periodistas

El cuerpo moribundo de Tojo, el cual yacía en un sofá, era tratado como un auténtico pelele por los gacetilleros, haciéndolo posar de la forma más "fotogénica" posible. Ahora se le ponía el brazo así, ahora la pistola asá...y cuando llegaron los periodistas que habían adelantado su muerte, directamente lo pusieron de medio lado y lo movieron todo lo que pudieron como si fuera un muñeco de trapo. Su macabra idea era la de forzar la muerte del general japonés para que su noticia fuera correcta: si no puedes corregir una información equivocada, modifica la realidad para que se adapte. ¿Ética? ¿Moral? ¿Principios? ¡Sí, hombre!

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Ropas ensangrentadas de Tōjō

Aquello se convirtió en un auténtico festín de hienas. Hubo quien empapó pañuelos en la sangre de Tojo, quien le cortó un triángulo de pantalón empapado como recuerdo, quien incluso estaba esperando que la mosca que revoloteaba en la sala se posara en la herida para hacer la foto. Los reporteros saquearon la estancia de forma espectacular llevándose de todo, desde objetos de su escritorio, pinceles de escribir, pistolas automáticas... y hasta uno intentó robar una katana escondiéndola en la pernera del pantalón. La policía militar intentó poner un poco de orden y la atención la centró, otra vez, el frustrado suicida, el cual se negaba a morir.
Finalmente, llegaron los médicos americanos y atendieron a Tojo. Los periodistas "fitipaldi", curiosamente, en su obsesión por conseguir que el general muriera, lo único que hicieron fue salvarlo, porque si no lo hubiesen tocado, éste hubiera muerto por encharcamiento de los pulmones en su propia sangre. Al moverlo, lo que consiguieron fue drenar esta sangre y salvarlo de una muerte segura. Ironías de la vida.

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Tōjō, ante el tribunal

Hideki Tojo, que se había opuesto a la rendición del Japón (ver El golpe de estado contra Hirohito para evitar que Japón se rindiera),  fue finalmente juzgado y condenado a la horca, siendo ajusticiado el 23 de diciembre de 1948, en la prisión de Sugamo, en Tokio.
Los espabilados "periodistas" no pudieron cambiar el destino del antiguo primer ministro nipón, a pesar de que lo intentaron repetidamente. Ellos quedaron en evidencia, y siguiendo su falta total de escrúpulos, no dudaron en echar pestes de Tojo, al cual llegaron a tachar incluso de homosexual por no haber tenido los cojones de hacerse el harakiri con un sable. Todo antes que reconocer que se habían equivocado. Todo por ser el primero en dar la noticia.
Y nos quejamos de Lydia Lozano o de Karmele Marchante...

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Hideki Tōjō, momentos antes de ser ahorcado


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