Otra de las
facetas positivas de tener un perro en casa es que nuestro amigo peludo puede
ser un instrumento hábil para apoyar en la formación de los hijos.
Lejos de
ser un problema, el perro puede formar parte de la solución. Cuando se
introduce un perro en casa sabemos no es bueno que una persona sea la que se
relacione con el perro mientras los demás quedan al margen. Todos han de estar
al corriente de las comandos que se usan, y todos deben saber las reglas; lo
que está permitido al perro y lo que no, actuando como si fueran una única
persona. Si no, el perro sabrá explotar las debilidades de cada uno y acabará
llevando el ascua a su sardina, siendo un perfecto interesado y un desobediente
redomado. Pero no es sólo eso.
Para
nuestros hijos tener un perro no debe ser solo tener una adorable bolita de
pelo en casa a la que manosear cuando venga en gana o con la que jugar cuando apetezca.
Tener un perro es una ocasión estupenda para ayudar a mejorar a los hijos en su
formación.
A los niños
hay que enseñarles (y ojo, no vale con decírselo una vez, tenemos que estar
pendientes, seguir la evolución, aconsejar, sugerir, rectificar el rumbo cuando
se tuerce…) que cuidar al perro es su encargo. Si les ayudamos a que se lo
tomen en serio y les explicamos que el perro depende exclusivamente de ellos,
eso hará que crezcan en multitud de virtudes. Por dar algunos ejemplos tan sólo:
Les ayudará
a tener un horario: paseo, comida, cepillado, etc.
Les ayudará
a ser constantes, a ser responsables en su encargo, a saber estar a las duras
y a las maduras, a ser sensibles con la naturaleza.
Si además
le adiestran y le enseñan habilidades, aprenderán a ser generosos con su
tiempo, a valorar la obediencia y a ser pacientes.
También
mejorarán en su dimensión social y de relación, al tratar a los
que les paren por el parque y les pregunten sobre el perro.
Se
obligarán a hacer deporte con el perro, lo que será muy beneficioso para ellos.
Crecerán como personas, madurarán, crecerá su autoestima y su seguridad en sí
mismos.