Nadie sabe si fue sordo de nacimiento o si llegó a serlo para aprender a entender y a compartir los silencios de ella. Lo adoptó ya de adulto en cuanto vió en sus ojos un gesto de amor silencioso, pero que ella sintió en su corazón, desde el primer instante en que lo vió cerrado en aquella jaula. Durante demasiados años había ahogado en soledad y en silencios su dolor… y viendo la mirada del ese perro abandonado y sordo, lo comprendió! Desde entonces ella y su perro comparten silencios, vagabundeos distraídos por callejuelas empedradas y entre miradas mútuas de comprensión, de complicidad y de amor!
Cuántas palabras, cuantos gestos, cuántos guiños inútiles se ahorraron ambos, cuántos malentendidos, cuántos desaguisados, cuantos disgustos por decirse demasiado poco o en exceso o, simplemente, por haber errado el momento preciso para expresar algo que inundaba súbitamente su corazón. Bastaba una mirada cómplice, un dulce arrumaco o simplemente que él dormitara acurrucado en los pies de ella para decirse ya todo entre ellos dos. Cuánta sinceridad, cuánta lealtad, cuánta sabiduría, cuánta tolerancia, cuánto amor, en todos esos silencios compartidos en miles de paseos en los que él, su especial perro lazarillo, le protegía y, a la vez, se sentía protegido por su ama ante ese mundo semioscuro y al parecer ensordecedor que les rodeaba. Habían aprendido a sobrevivir juntos a la soledad silenciosa… porque ambos se necesitaban mutuamente y nunca dudaron de su amor!
A ellos dos les unía algo más que el silencio. En su respectiva historia inacabada seguramente había habido demasiado dolor y grandes dosis de incomprensión, lo que les hizo refugiarse en el silencio hasta el mágico encuentro que la vida les preparó. Ella y él habían ahogado sus respectivas penas en aquel paraíso silencioso y ya desde entonces compartido por ellos dos. Qué bella metáfora de la vida para recordarnos que el Paraíso está en el Alma y que, lejos del ruido circundante y ensordecedor, es en el silencio compartido donde nace y habita la paz y el amor! Qué placidez compartida en los detalles aparentemente insignificantes y cotidianos de la vida, en los momentos especiales y en los rincones vividos y conquistados paso a paso… y siempre en silencio!
Pero, en un momento dado en la vida, el silencio se convierte inexorablemente en sonido, pues el Alma tiene el anhelo de hablar cuando llega el verdadero amor! Y súbitamente irrumpe en nuestra vida el murmullo del viento sobre los campos de trigo tan dorado como el cabello de ella, el vaivén sonoro de las olas sobre la arena que acoje suavemente sus huellas, o el trino armónico de ese pájarillo que anidó en su ventana para verle despertar dulcemente cada mañana… Y, desde ese momento y con el Alma bien despierta ya ante la vida, ella descubrió que la música del amor que habitaba en su corazón pugnaba por salir y proclamarse a los cuatro vientos! Todos esos silencios acumulados en su historia pasada, se agolparon hasta el dolor, en sus labios resecos pero tiernos, en sus lindos ojos hartos de no mirar mientras besaba, en sus manos vacías de caricias sinceras…
Y ya, desde ese mágico momento en que surge el amor, su Alma parlanchina aprendió a hablar y tomó cualquier exclamación para manifestarse en todo momento de su vida ya llena de amor. Así, todo recobró su propio sonido, su música del Alma o sus espontáneos y encantadores “liru, liru, liru”, “mmmm”, “siiiiiii” o esos “aiii”… que conmovieron mi corazón o mi piel en un breve instante, porque expresaban más que miles de mis palabras vacías y que mis gestos torpres y limitados ante amor y que ella parecía haber guardado celosamente hasta mi llegada, dejándolos salir directamente de su corazón. Cuántas emociones guardadas brotaban y generaban cada uno de ellos, cuántos suspiros de amor sentidos pero hasta entonces silenciados, cuantas horas de mudos paseos a ningún lugar con su querido perro, empezaron a quedar atrás en su nueva vida, ya a partir de ese mágico momento más llena de color, sabor, sonidos, aromas, luces… todo eso que siempre había llevado dentro de su corazón, pero que hoy conforma su vida plena, de amor!
Ahora pienso en voz alta y recuerdo cuántas veladas había deseado hasta entonces compartir mi frágil sueño con su can silencioso, en esa alfombra gastada que había a los pies de su lecho; cuántas caricias descuidadas pero siempre tiernas de la mano de ella me hubiera gustado recibir durante las lánguidas y largas tardes de invierno, a cambio de una sincera y amorosa mirada; cuantos momentos dulces y silenciosos con la luz de la luna entrando por su ventana había deseado compartir con ella, hasta que llegara ese dulce y dorado amanecer siempre soñado; cuantos vagabundeos sin rumbo por esas callejuelas empedradas de su ciudad deseé disfrutar con ella en silencio, simplemente tomándonos las manos sin dejarnos de mirar de reojo ni un solo instante y sorprendiéndonos ambos ante cada nuevo rincón y sonido que se cruzase en nuestro camino…
Porque con ella y con su amor aprendí a valorar el silencio compartido, a no temer la distancia, a interpretar los gestos mudos que siempre salen del corazón, leyendo entre líneas en sus escritos aparentemente anónimos, recibiendo sus amorosos mensajes en forma de canción sutilmente dedicada o en cada palabra escrita y silenciada en esas conversaciones aparentemente triviales que compartíamos al abrigo de la noche, cada noche… como su amado perro había aprendido a leer en sus labios suaves y silenciosos! Todo ese amor que ahora a gritos ya se manifiesta de una forma u otra… y que hasta entonces en mi historia yo había compartido sólo, en silencio conmigo mismo con mis sueños, mientras ella lo hacía con su sordo y amado amigo, que nunca necesitó más que una silenciosa mirada de ella para recibir y compartir todo su verdadero amor!
VN:R_U [1.9.7_1111]