Presento un elocuente texto pronunciado por vez primera en el Te Deum –Acción de gracias a Dios- de la Catedral de Lima, a los25 años de la Independencia del Perú de la nación española. Nos servirá para introducirnos en el contexto postindependista del Perú, en 1846. El responsable fue Bartolomé Herrera (1808-64), futuro Rector del Convictorio de San Carlos, Presidente del Congreso, obispo de Arequipa, quien nos muestra cómo el ambiente revuelto de la guerra de la emancipación se va serenando, permitiendo valorar la cultura de la madre patria y las nuevas realidades que se van alumbrando:
LIMA 1846:
¡Bendito sea el Señor, que después de tantas calamidades, nos concede celebrar el vigésimo quinto aniversario de nuestra vida política! …El imperio de los incas, a quienes Dios envió a reunir y preparar estos pueblos, para que recibiesen la alta doctrina de Jesús, había llegado al mayor grado de prosperidad y de alentó posible, atendido su aislamiento. Los principios fundamentales, sobre que Dios ha establecido el orden del mundo moral, eran su legislación. La tierra estaba arada ya y dispuesta para recibir el Evangelio…La unión de los reinos de Fernando e Isabel y la conquista de Granada habían formado una potencia en que brillaba en todo su esplendor la fe de Cristo, libre ya de la sombra musulmana, y cuyo poder crecía cada día. Los reyes a quienes su celo religioso había merecido el título de Católicos eran entonces los más a apropósito para traer la civilización completa, esto es cristiana, a los vasallos de los Incas.
El Perú estaba sediento de la verdad divina: y en España rebosaba “la fuente de agua viva”. En el Perú existían ya las semillas de una guerra de sucesión que amenazaba destruir el imperio; vencedora del aislamiento que la había dominado ocho siglos, se levantaba España ansiosa de propagar su fe y de ensanchar sus dominios. El Perú necesitaba ya el bautismo: España extendía sus brazos vigorosos para recibir en ellos pueblos que ofrecer a la Iglesia…
El valor y el catolicismo de España se lanzaron sobre las Antillas, Tierra Firme, Méjico, el Perú y Chile. Un puñado de valientes bastó para incorporar en la monarquía ya formidable de Carlos, reinos poderosos de América; y para hacer partícipe al género humano de sus riquezas. Disiparon en los millones de hombres que formaban el Perú, esa nube preñada de desgracias que envuelve a la razón más desarrollada, cuando no la ilumina el Verbo de Dios, luz verdadera; destruyeron los altares de los ídolos: dejaron al verdadero Pachacámac dueño soberano del culto que le habían disputado viles criaturas: formaron el nuevo Perú, el Perú español y cristiano cuya independencia celebramos
Que la conquista fuese una violencia reprobada por el derecho, tampoco era verdad muy clara en esos tiempos. Las aterradoras dificultades de la naturaleza, los peligros que tenían que arrostrar, eso sí era claro y en eso consiste lo glorioso de tan colosal empresa.
¡Gloria a los que la acometieron! ¡Gloria a España! Es gloria que se refleja en los instrumentos de los grandes hechos del Altísimo: y la gloria verdadera quede a Dios por haber dotado a la nación española de la inflamada fantasía, del corazón generoso, del firmísimo e incontrastable carácter que era menester para semejante prodigio
Los Incas cumplieron con la misión de unificar y civilizar a los indios, pero cuando estaban en guerra fratricida llegó España, la depositaria de la fe católica, quien toma al Perú “en sus brazos”.-Basta tener ojos para saber que el Perú de ahora no es el de los Incas. Las razas que España trajo a habitar en este suelo han formado con la indígena un pueblo nuevo enteramente.-Tres siglos nos llevó la Madre Patria en sus brazos. Nos aseguró el catolicismo, la unidad de la fe… nos formó como nació Pero una nación es un conjunto de medios ordenados por la Providencia, para que cumpla sus miras con inteligencia y con voluntad propia. Era preciso, pues, que la nación peruana cumpliera de este modo su destino.
El Perú, libre de la autoridad española, permanece siervo del Señor, y sólo en esta servidumbre puede hallar la verdadera libertad” (Te Deum, 28 de julio de 1846)
Bartolomé Herrera (1808-1864). 200 años después
Un intento de reforma moral y educativa y la defensa de los valores
A mediados del siglo XIX, en una época en que la República del Perú se estaba asentando, y en medio, todavía, de convulsiones políticas, apareció un sacerdote con grandes ideales de reformar el país.
Bartolomé Herrera nació en Lima, el 24 de agosto de 1808. Fue ordenado sacerdote en 1831 y comenzó su actuación pública con un famoso sermón en las exequias del presidente Agustín Gamarra, en 1842. Se ganó entonces la fama de gran orador y hombre de ideas geniales. A partir de allí fue nombrado Rector del Convictorio de San Carlos, cargo que ocupó diez años. También fue ministro de varias carteras durante los gobiernos de Echenique y Castilla y llegó a ser Presidente del Congreso de la República. Hay que aclarar que en esa época estaba permitido que algunos sacerdotes, con especiales cualidades, intervengan en la política de su país, trabajando por el bien común. Desde esos cargos Herrera promovió una gran reforma educativa, social y moral. Pero su prematura muerte, en 1864, siendo obispo de Arequipa, truncó esos grandes ideales y no se llegó a realizar toda la reforma que él proponía.
Señalamos aquí algunas ideas y aportes de este gran personaje, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre los valores perennes que deben regir nuestra sociedad.
1. En primer lugar, debemos señalar que Herrera tuvo la fuerte convicción de haber recibido una especial misión de Dios para realizar una reforma de la sociedad peruana de su época. Esto es algo que él mismo había dicho en una de sus obras (cfr. su sermón del 28 de julio de 1846), y que se desprende de toda su vida y su actividad pública. Pienso que este hecho es la clave de interpretación para entender mejor todo lo que hizo y dijo.
Luchó por lograr unos objetivos concretos y perfectamente determinados: moralizar la sociedad, combatir el liberalismo —que se presentaba como enemigo de la religión— y preservar los valores cristianos. Pensamos que Herrera logró, en parte, esa tarea de reforma, por la gran influencia que tuvo en las generaciones siguientes. Hay que destacar la labor de formación de la juventud que realizó en el Colegio de San Carlos, el cual llegó a tener un gran prestigio en todo Sudamérica, y del cual salieron hombres ilustres que estuvieron al frente de las principales instituciones del país.
Herrera sabía que para moralizar el país había que empezar por la reforma educativa, y es lo que comenzó a realizar en San Carlos. Pero esa profunda renovación social que él deseaba quedó a medias, tal vez porque no hubo nadie que la continuase con la misma fuerza e interés con que él la promovió.
2. En cuanto a sus ideas filosóficas, aunque estuvo influido por el eclecticismo y tradicionalismo de su época, hemos comprobado que su pensamiento terminó siendo escolástico y, especialmente, tomista; las nuevas corrientes filosóficas tuvieron para él un carácter instrumental, ya que fueron el medio para volver a la doctrina tradicional cristiana. No asimiló, sin más, ni se dejó deslumbrar por el racionalismo, el espiritualismo o el fideísmo de los filósofos de su época, sino que los estudió con una actitud crítica, sacando de ellos lo que podía ser más útil para su programa de reforma social y lo que fuese compatible con la doctrina cristiana.
Además, dio mucha importancia a la capacidad que el hombre tiene de conocer, querer y conformarse con la Ley Natural, la cual proviene de Dios. Se puede afirmar, que este principio constituye un aspecto esencial para juzgar su pensamiento, que parte de una visión positiva de la capacidad de la razón humana. Con esto queda demostrado que no siguió todos los planteamientos de la escuela tradicionalista y tampoco cayó en posturas fideístas.
Aunque siguió principalmente a Santo Tomás de Aquino, también se valió de autores católicos contemporáneos suyos, entre ellos Jaime Balmes, a través del cual asimiló, no sólo la escolástica, sino también la filosofía del sentido común; ésta le sirvió para explicar las verdades más importantes sobre Dios y el hombre, con una forma y un lenguaje más acordes con la nueva mentalidad y la nueva sensibilidad de su época.
3. En Filosofía del Derecho, el gran aporte de Herrera fue reafirmar que la fuente única de todos los derechos del hombre es la naturaleza, creada por Dios. Con esto recuperó los fundamentos de la ciencia jurídica, con una clara opción por los principios del derecho natural. Se apartó así del derecho positivista, que estaba tan arraigado en los estudios y en la mentalidad de los intelectuales peruanos del siglo XIX. En este campo propugnó, en medio de la efervescencia liberal de la época, la doctrina del origen divino de la autoridad y de la soberanía de la inteligencia.
4. En Filosofía política, enseñó el concepto de Estado como un ser vivo, un ser orgánico; y como tal debe ser una unidad, un todo integral como decía Santo Tomás; libre, independiente y soberano. Esa soberanía, insistió Herrera, le viene de Dios, a quien se le debe plena obediencia. Por esta misma concepción tomista de herencia agustiniana, defendió la pena de muerte y, en otro campo, se opuso a la tolerancia de cultos (según la sensibilidad de esa época no se veía nada raro defender esas posturas). Estuvo convencido de que se debía rechazar todo lo que resquebrajase la unidad ideal del Estado. Tal vez hubo en Herrera una excesiva identificación entre el plano religioso y el político; por eso, precisamente, no pudo admitir, en ningún caso, la tolerancia religiosa, ya que no concebía una noción de Estado Peruano que no fuese confesional.
Herrera fue el primer pensador y estadista peruano que concibió una idea sistemática de la política, es decir, un plan político integral, expresión de su pensamiento orgánico. Además, tuvo el valor de descubrir la causa profunda de la crisis de esas primeras décadas de la República peruana, que fue —a su entender— producto de haber asumido los principios liberales de la Revolución Francesa. Supo dar soluciones concretas, no sólo con su palabra y sus escritos, sino también con la acción, formando en los valores del respeto a la autoridad a los futuros gobernantes del país.
El aporte político más importante, en el plano concreto, fue su Proyecto de Reforma Constitucional de 1860. Estaba basado en una concepción tomista de la democracia, en la que se pronunciaba por un gobierno fuerte asistido por una representación selectiva de la sociedad. Con este proyecto dejó una enseñanza clara y orientadora para las generaciones posteriores: que para hacer una Constitución, no bastaba consultar la voluntad del pueblo, como entendían los liberales, sino que se necesitaba el estudio profundo de la naturaleza humana y las circunstancias especiales de cada pueblo; y eso es, precisamente, lo que hizo Herrera.
6. Otra de sus ideas geniales fue la interpretación providencialista de la historia, y concretamente de la historia del Perú. Entiende que es Dios, con su providencia, el que suscita o permite los diversos acontecimientos humanos, y que se sirve de toda circunstancia —hasta de las guerras y revoluciones—- para cumplir su Plan Redentor sobre el hombre. Y en el caso peruano, enseñaba que el Señor había permitido la Conquista del Perú para darnos a conocer la religión Cristiana, traída por los españoles; pero luego quiso también la Independencia del país para que seamos una nación libre y responsable, pero que nos mantengamos en la fidelidad a Dios y a sus leyes.
7. En Teología, Herrera fue escolástico y tomista, y usó el método teológico en todos sus escritos —especialmente en las obras apologéticas—, es decir, el recurso constante a la Sagrada Escritura, a la Tradición de los Padres y al Magisterio eclesiástico, muy especialmente al Concilio de Trento, que era la referencia más inmediata que se tenía entonces. Se sirvió, además, de los documentos pontificios recientes, especialmente los del Papa Pío IX, sobre todo para juzgar las corrientes filosóficas modernas y sus principales errores. Pocos años después de su muerte fue la promulgación del Syllabus, donde el Papa condenó todos esos errores. Podemos decir que esa firme teología escolástica era la que sustentaba todas sus ideas y toda su actuación pública.
8. Como eclesiástico que intervino en la política, fue mérito suyo mantenerse fiel al Magisterio de la Iglesia y al Papa, a pesar de la fuerte influencia del regalismo de su época, ante el cual sucumbieron muchos políticos católicos y hasta clérigos. Y continuó con la defensa del Romano Pontífice, aun a pesar de las duras críticas que recibió, siendo obispo de Arequipa, al justificar la existencia de los Estados Pontificios, que el veía tan necesarios en esos momentos para salvaguardar la independencia de la Iglesia frente a los gobiernos civiles.
Herrera, logró lo que algunos autores han llamado la romanización de la Iglesia peruana, que si bien fue duramente criticada en su momento, a la larga contribuyó a un mayor acercamiento con la Santa Sede. Realizó una labor paulatina de recuperación y conversión de muchos clérigos peruanos liberales de su generación, a quienes llevó, con su palabra y con su ejemplo, a vivir una mayor obediencia y docilidad a las disposiciones de la curia romana. Así mismo, se caracterizó también por su fidelidad a la disciplina de la Iglesia, por lo cual lo tacharon de ultramontano e intolerante. Al mismo tiempo, mostró una mentalidad bastante abierta a los cambios que podían darse en la legislación eclesiástica con respecto a su país. Abogó siempre, como buen patriota, por los intereses del Perú en cosas que no afectaban directamente a la fe y a la moral.
9. En el campo de las relaciones Iglesia-Estado, Bartolomé Herrera tuvo el mérito de lograr dos cosas importantes. Por un lado, un respeto, por parte del gobierno, hacia la Iglesia, que se reflejó en la Constitución de 1860, en la que él participó, y que fue de carácter moderado. Porque las constituciones anteriores, dominadas por los liberales, habían maltratado bastante los derechos de la Iglesia. Y en segundo lugar, el acercamiento de las relaciones del Perú con la Santa Sede, mediante el intento de un Concordato que, aunque fallido, creó el cauce para unas relaciones posteriores relativamente buenas.
10. Por último, como obispo de Arequipa, de 1859 a 1864, Herrera fue ejemplar. Su principal aporte fue la promoción de la reforma del clero en esa diócesis, que en ese momento era una necesidad urgente y, además, para nuestro autor, era un requisito indispensable para llevar a cabo la renovación moral de la sociedad. Además, rehabilitó el antiguo palacio episcopal; amplió el seminario; reconstruyó la catedral y la abrió al culto; y como visitador, reformó, por encargo de Pío IX, los conventos de regulares.
Además de todas estas ideas y grandes aportes de Herrera, su actuación en el gobierno fue muy amplia, interviniendo en muchos asuntos y obteniendo grandes logros para el país. Podemos mencionar algunos de estos:
- El mejoramiento de las finanzas, durante el gobierno del presidente Echenique.
- La formación de un buen ejército y marina, junto con la compra de armamentos modernos (en esos momentos la defensa nacional era muy importante).
- El mejoramiento de las relaciones con el Brasil, con quien se firmó la Convención Fluvial o tratado de libre navegación por el Río Amazonas, que permitió impulsar el comercio y el desarrollo de la Amazonía.
- El fomento de la inmigración de extranjeros, gestionando la llegada de la primera colonia alemana que vino al Perú, que se establecieron en el Pozuzo.
- El mejoramiento de calles, plazas y parques, hasta encargando la construcción de las estatuas de Cristóbal Colón y Simón Bolívar.
- Dispuso también la construcción de las primeras líneas de ferrocarril en el país.
- Realizó la primera petición oficial al Congreso para la supresión del tráfico de esclavos.
- Pasó circulares a las Cortes Superiores prohibiendo que se cobrase derechos judiciales a los indígenas.
- En el tema de la educación creó nuevos colegios en provincias y mejoró los que ya existían; se dedicó especialmente a la instrucción de la mujer, que en ese momento era bastante limitada; permitió la fundación del Colegio de las Religiosas de los Sagrados Corazones.
- En el aspecto jurídico, Herrera, junto con ilustres abogados, pusieron en marcha la reforma del Código civil, más favorable con los derechos de la Iglesia que el anterior; fue aprobado el 28 de julio de 1852; también se promulgó el Código de enjuiciamiento en materia civil.
- Luchó por la promulgación de la ley de elección de obispos, defendiendo los derechos eclesiásticos, cosa que se logró el 17 de diciembre de 1851.
- Facilitó la restauración de las órdenes religiosas, especialmente la de los fanciscanos. El 30 de julio de 1851, el Congreso, por iniciativa del ministro Herrera, promulgó una ley que respaldaba el total restablecimiento del colegio de Propaganda Fide que operaba en Ocopa. Además, en 1852, por gestiones de Herrera, llegaron de Italia un buen número de franciscanos para Lima, ocupando el antiguo convento de los Descalzos. Con las misiones que se dieron, se hizo un gran bien a la población en todo el país y se elevó considerablemente el nivel de práctica religiosa.
En su cargo de Ministro Plenipotenciario para ir a Roma a realizar el Concordato con la Santa Sede, recibió una lista de asuntos que debía gestionar; y como lo dice en un documento oficial, "podrán contribuir al mejor arreglo, orden y sosiego de la Iglesia peruana". Debía obtener, además de la aprobación del Patronato, los siguientes privilegios:
1. La facultad a los obispos para dispensar en matrimonios mixtos, en vista de la cantidad de extranjeros que estaban llegando al país; además, la dispensa para todo tipo de impedimentos de este sacramento.
2. La sujeción de los regulares a la jurisdicción de los obispos, dándoles a ellos todas las facultades que tienen los generales de las órdenes.
3. La aprobación pontificia del decreto hecho por el gobierno de disminución de canonjías y dignidades eclesiásticas en las catedrales de las diócesis.
4. La facultad a todos los prelados de la República de administrar el sacramento de la Confirmación.
5. La aprobación canónica de las nuevas diócesis de Puno y Junín, creadas por el gobierno.
6. Y se le encargó que obtenga, "con toda la posible prontitud", las bulas de institución de D. Agustín Guillermo Charún, obispo electo de Trujillo, cosa que logró al poco tiempo.
Jorge Putnam Velando. Presbítero, Dr. En Sagrada Teología, Arquitecto.
http://www.capellania.udep.edu.pe/boletin/capinf302.html