Los partidos echan el resto en estos comicios como en ninguno, no es de extrañar, ya que en ellos se sortean los pesebres en los que han de apacentarse las bases que nutren a todas las formaciones.
En un pequeño municipio, como en el que vive un servidor, los concejales con cargo de gobierno cobran casi 60.000€ y los asesores digitales (designados a dedo) 50.000€. Al margen de estos primeros espadas, no existe cargo municipal, desde directores de servicio hasta el último bedel, que no haya sido designado por el citado procedimiento , de forma que cada uno de los empleados municipales resulta ser pariente de alguno de los cargos electos o cesantes, pues han establecido un pacto de “caballeros” según el cual los nuevos respetan los cholletes de los anteriores, por lo que la administración ha engrosado hasta límites propios de un estado comunista.
No es de extrañar, ante tamaño pastel, que se dejen a un lado las ideologías y el vil metal propicie coaliciones imposibles, como la que ahora gobierna, en la que conviven IU, PSOE, un partido ecologista y otro de extrema derecha.
Esta situación, aunque sangrante, era tolerable cuando las corporaciones locales nadaban en la abundancia, pero ahora resulta inasumible.
Es evidente la perentoria necesidad de una ley de corporaciones locales que racionalice el sistema y ponga coto a tanto desmán, pero, dado que todos los partidos beben de esta nauseabunda charca: ¿quién se atreverá a ponerle el cartel de NO POTABLE?