Revista Salud y Bienestar
The weight
During our professional practice time, doctors experience a feeling of inner weight derived from their constant treatment of the suffering and pain of others. Inevitably, part of the stories, difficulties and miseries that we have to accompany remain stuck in our souls and occupy a remarkable place in the dream and unconscious space of those who listen to them. These days of change of place of consultation I notice it especially. I feel the voices of the thousands of patients that circumstances force me to leave behind to demand an attention that I can no longer provide. On the other hand, I am meeting new patients eager for care after a long time of alternating substitutes and temporary staff.
This constant weight is usually carried in many ways and most of the time we manage not to make it conscious. But this week I feel it especially accompanied by a tension that highlights my own limitation and lightness. The health, safety, sense and hope needs of the people are almost endless, just like mine. It is not easy to welcome and handle them with the attention, compassion and gentleness they deserve. That's why they have weight. If we ever learned to do it properly they would become light and we would walk like children, happy and carefree.
Los médicos experimentamos con los años de ejercicio profesional una sensación de peso interior derivada del trato constante con el sufrimiento y el dolor ajeno. Inevitablemente parte de las historias, dificultades y miserias que nos toca acompañar se quedan pegadas en el alma y pasan a ocupar un lugar destacable en el sueño y el inconsciente de quien las escucha. Estos días de cambio de consulta lo noto especialmente. Siento las voces de los miles de pacientes que las circunstancias me obligan a dejar atrás reclamar una atención que no les puedo seguir brindando. Por otro lado voy conociendo nuevos pacientes ávidos de cuidados tras un largo tiempo de alternar suplentes y personal temporal.
Este peso constante se suele sobrellevar de múltiples maneras y la mayoría de las veces conseguimos no hacerlo consciente. Pero esta semana lo noto especialmente acompañado de una tensión que pone en evidencia mi propia limitación y levedad. Las necesidades de salud, seguridad, sentido y esperanza de las personas a las que me dedico son casi infinitas, como las mías. No es fácil acogerlas y manejarlas con la atención, compasión y delicadeza que merecen. Por eso tienen peso. Si algún día aprendiéramos a hacerlo de forma apropiada se volverían livianas y caminaríamos como los niños, felices y despreocupados por la vida.