La pérdida súbita de conciencia, acompañada habitualmente con la pérdida del tono muscular y la caída al suelo reviste un considerable dramatismo dondequiera que se produzca. El síncope, así descrito, en la infancia es una acontecimiento clínico que sucede generalmente después de los 4-5 años. En edades inferiores es difícil apreciar la ocurrencia y los relatos siempre incluyen dificultades de valoración.
Los factores desencadenantes son diversos, pero desde aquí nos atrevemos a afirmar que el más común es la bipedestación estática prolongada impuesta. Estar de pie mucho rato, sin moverse por exigencias del entorno, disciplina u otra obligación favorece los desmayos.
En nuestro medio han cambiado notablemente situaciones sociales que favorecían los síncopes. Ya apenas hay paradas o desfiles militares o paramilitares y también han perdido presencia las celebraciones litúrgicas prolongadas en las que se veía a soldados o jovencitas caer de las filas. El ayuno matutino, el calor y el estrés de las ceremonias contribuyen a la incidencia.
Más fácil es que estos episodios tengan lugar en aglomeraciones festivas, espectáculos como conciertos de rock, verbenas, “raves” y demás, donde la posibilidad del uso de tóxicos, alcohol y otros, complique la situación
El incremento de las actividades deportivas y el ejercicio más o menos extenuante, han dado presencia a síndromes sincopales, la mayor parte de las veces simples lipotimias, pero en las que hay que descartar algunos trastornos como el síndrome de QT prolongado o el síndrome de Brugada.
Sucede que hoy día es fácil que cuando suceda cualquier cosa haya alguien filmándolo y que eso puede contribuir a precisar las circunstancias.
El pediatra o médico de Atención Primaria pueden responder a la mayor parte de las preguntas y establecer el diagnóstico. Sin embargo la presión social suele promover consultas a especialistas: neurólogos, cardiólogos o psiquiatras, a menudo fomentada por esos mismo especialistas.
A pesar de su habitual buen pronóstico, las pérdidas súbitas de conciencia tienen un notable peso social.
X. Allué (Editor)
(Otro día hablaremos de la conciencia de la pérdida)