Revista Historia

El Pi de la Remunta, la indignante historia de un monumento natural que acabó en la basura

Por Ireneu @ireneuc

Aunque los árboles en general sean unos seres vivos que hemos maltratado profusamente, estar cerca de uno de estos gigantes despierta algo en el fondo de nuestro ser que genera admiración y respeto, aunque después seamos capaces de cortarlos de tres en tres para hacer palillos ( ver Hyperion, el ser vivo más alto del planeta ). Esta admiración profunda es lo que hace que todos los pueblos tengan uno o varios ejemplares que, por sus medidas excepcionales o historias particulares, merezcan una devoción especial. No obstante, en L'Hospitalet, a fecha de hoy, no hay ningún árbol que haya merecido este privilegio... y no será porque no ha habido candidatos. Tal es el caso del " Pi de la Remunta " (El Pino de la Remonta), un árbol monumental que pudo protegerse, pero que acabó en el container de la orgánica, en uno de los episodios más tristes e indignantes de la historia reciente de la ciudad.

Para quien no lo haya conocido, el Pi de la Remunta era un pino blanco ( Pinus halepensis) de 12,46 metros de altura, 2,60 metros de perímetro de tronco y 12,76 metros de diámetro de copa, que se hallaba en terrenos del antiguo Cuartel de La Remonta, a pocos metros de la divisoria entre Hospitalet y Cornellá. Un árbol que se estima que tenía más de 150 años de vida (el contaje de sus anillos dio entre 148 y 155 años), lo que lo hace el árbol más antiguo documentado en nuestra ciudad hasta la actualidad. Si tiene curiosidad y hoy quisiera ver su emplazamiento original, lo tendría que ver en el número 274 de la Av. Josep Tarradellas, justo enfrente del puente del Canal de la Infanta, a la altura del segundo piso. Lugar en que se hallaba el borde del talud entre el Samuntà y la Marina donde se obstinó a vivir nuestro protagonista durante más de siglo y medio antes de la construcción del feo edificio gris que podemos "admirar" hoy en día.

La historia de nuestro pino arranca a principios del siglo XIX, pocos años después de la construcción del Canal de la Infanta ( ver El Canal de la Infanta o la trascendencia histórica de un patrimonio olvidado ), el cual pasaba enganchado al talud y cuyo desnivel se salvaba mediante un puente que, modificado y desvirtuado, corresponde al que podemos ver hoy en día en el punto antes comentado. Por aquel entonces, Hospitalet no tenía más de 2.500 habitantes, y se dedicaba en su totalidad a la agricultura. Una agricultura de regadío por debajo de la cota 22 que reseguía el canal, pero de secano (viña, cereales, legumbres...) por los ondulados relieves del Samuntà. Ello permitía que las partes más pendientes y los márgenes donde cultivar era más dificultoso fueran corredores biológicos donde la flora y fauna típica de la montaña baja mediterránea (la asociación Quercetum ilicis galloprovinciale, típica de Collserola) se podía desarrollar con cierto éxito. Y justo en el margen de esta terraza cuaternaria fue donde germinó el Pi de la Remunta.

Durante la segunda mitad del siglo XIX los terrenos pasaron a formar parte de las instalaciones del cuartel de La Remonta, infraestructura militar desarrollada a partir de las Guerras Carlistas ( ver La eficaz y desconocida muralla de L'Hospitalet ) que se destinó a acoger un depósito de sementales donde criar todo tipo de caballos para el Ejército. En esta circunstancia, las terrazas superiores se convirtieron en zonas perfectas donde hacer prácticas de tiro y de doma de caballos, a las cuales se accedía por el puente que salvaba el canal. Actividad que, a pesar de quedar cerca del camino de acceso, no afectó en nada a los márgenes donde crecía el pino sino que, bien al contrario, el hecho de quedar incluido dentro del recinto militar aisló esta parte del municipio de los profundos cambios que estaba sufriendo Hospitalet. No obstante, a principios del siglo XX las cosas iban a dar un vuelco.

En un momento indeterminado de la década de los 20, el margen sufrió un incendio que afectó de forma importante al Pi de la Remunta. En este momento, nuestro árbol ya era un ejemplar maduro de alrededor de 75 años y el incendio (se ignora si fue fortuito o producido por los militares para limpiar el talud de vegetación) produjo daños graves en la corteza y la estructura de ramas. Pese a todo, el árbol no murió, pero valga como prueba de la gravedad de las heridas que, en los siguientes 7 años, creció lo mismo que en el año anterior al incidente. Un incidente que hizo que durante el resto de siglo XX, el árbol se dedicara a restañar las profundas heridas que deformaron y marcaron para siempre su tronco.

El árbol, en su burbuja militar, siguió su crecimiento de forma más o menos estable, si bien al quedar aislado y en posición elevada, los vientos de componente marítimo que soplaban (y aún soplan) de forma predominante en la zona forzaron a que la copa creciera hacia la parte de montaña, intentando evitar la parte más expuesta que, en este caso, era la que daba a levante. Ni la Guerra Civil, ni la dictadura franquista le afectaron de gran forma y tan solo la ampliación del puente y el camino de acceso llevaron a los militares a construirle una defensa de piedra para evitar que las raíces se desfalcasen por la erosión de su base. Sin embargo, L'Hospitalet estaba experimentando un cambio radical en su estructura y de ser un pueblo agrícola, pasó a ser una gran urbe donde cualquier pedazo de tierra era susceptible de ser construido y pavimentado ( ver La Talaia de L'Hospitalet, el símbolo inerte de una ciudad iconoclasta ).

El abandono de las instalaciones por parte del Ejército Español durante los años 90 y su breve reconversión en una escuela de equitación de la Generalitat, fue la antesala del desastre. Ello hizo ver en las 10 hectáreas de los terrenos del Cuartel de la Remonta el lugar idóneo para pegar uno de los pelotazos urbanísticos más importantes del siglo XXI en l'Hospitalet: el ARE de la Remunta. Una Área Residencial Estratégica -estratégica para los bolsillos de más de uno, claro-, única de toda Catalunya que la crisis del 2008 no paralizó y en el que, de consensuarse una cesión gratuita de terrenos del Ministerio de Defensa al Ayuntamiento pasó, por arte de birlibirloque, a costarle a las arcas municipales la nada desdeñable cifra de ¡ 17 millones de euros! ¿Le parece raro? Pues piense mal y seguro que acierta...

La naturaleza meramente especulativa de la operación y la desmesura misma del proyecto movilizó a los vecinos, que se organizaron en 2011 para defender lo que tenía que ser una zona verde y los elementos patrimoniales que en ella se encontraban: la masía de la Remunta, diversos edificios históricos, los últimos 125 m del Canal de la Infanta en la ciudad y el talud con el monumental Pi de la Remunta. La dura lucha de la plataforma "Protegim el Canal de la Infanta" frente a la administración, consiguió que se modificara el proyecto para reducir los edificios a construir, se salvaran algunos edificios históricos y se mantuviera el puente del Canal, pero la urbanización de la parcela que afectaba la posición de nuestro árbol, siguió adelante.

Ante la situación, la asociación tomó el testigo de la defensa del pino y su entorno, consiguiendo que el ayuntamiento, cambiando su criterio de tala inmisericorde, se planteara su trasplante...¡a terrenos de Cornellà! La absurdidad de la medida se hizo aún más patente cuando, en julio de 2014, un informe presentado por el mismo consistorio concluía que el árbol, debido a su edad y tamaño, no podía ser trasplantado sin matarlo. Ello llevó, durante 2015, a la recogida de 3.500 firmas en favor de la conservación en su sitio del Pi de la Remunta, la presentación de una moción a favor del pino en el pleno del Ayuntamiento -de mano del Centre d'Estudis L'Hospitalet y el apoyo de diversas asociaciones vecinales-, la presentación de un proyecto urbanístico alternativo y viable e incluso la interposición de una moción en el Parlamento Europeo solicitando la protección del árbol más antiguo de L'Hospitalet. No sirvió de nada.

El 28 de diciembre de 2016, mediante la introducción de tubos bajo el tronco a base de martillo pilón, se cortaron sus raíces a tan solo 1 metro de profundidad cuando se estimó que sus raíces se hincaban en el suelo hasta los 10 metros. Seguidamente se procedió al trasplante, trasladándolo aparatosamente sobre un camión unos pocos metros más allá, a un parterre frente a su posición original. Era su sentencia de muerte y, en menos de un año -el pobre árbol duró lo que le duraron sus reservas de alimento- el Pi de la Remunta ya era un cadáver en pie. El 6 de septiembre de 2017, sin avisar a nadie, el ayuntamiento lo quitó de la vista (a nadie le gusta quedar en evidencia, y menos con un esqueleto de 12 metros) y, en su lugar, se plantó otro pino blanco de pocos años. La mala conciencia, a veces, se manifiesta de forma llamativa.

En definitiva, que las administraciones que participaban en el proyecto urbanístico (Estado, Generalitat y Ayuntamiento) se repartieron el pastel de los beneficios que sacarían de la venta de los pisos a construir, asignándose los terrenos edificables entre ellos. El Pi de La Remunta se situaba en una parcela asignada a la Generalitat la cual, en caso de mantenerlo en su sitio, perdería su parte del negocio inmobiliario ya que los otros "socios" no estaban dispuestos a perder ni un euro para compensárselo. Y así, con esta forma de llenarse los bolsillos a costa de la "casa grande", prefirieron gastarse los 16.272,90 euros (+IVA) que costó el inútil trasplante y seguir adelante con su trapicheo, antes que acceder a las legítimas reclamaciones vecinales. L'Hospitalet, de esta forma tan ignominiosa e indignante, perdió un monumento natural, un espacio verde y un testimonio de su historia para ganar un edificio feo e innecesario que a lo único que ha colaborado es a saturar -aún más si cabe- los servicios públicos del barrio, a precarizar las infraestructuras básicas y a mantener a esta ciudad en el podio de las más densamente pobladas de Europa.

Saque usted sus propias conclusiones.


Volver a la Portada de Logo Paperblog