El armazón de esta novela es la pintura de la Degollación de San Juan Bautista y banquete de Herodes. Este cuadro es real y se encuentra expuesto en el Museo del Prado.
Gracias a la creación de la pintura en El pintor de Flandes, se nos van contando las aventuras que viven su protagonista, Van Dick; el conde de Villamediana y sus sirvientes; diferentes personajes de la Corte y de la realeza…
Al principio, el protagonista, Van Dick, no me gustó nada. Afortunadamente, una gran evolución en su personalidad se desarrolla a lo largo de la novela.
Complejo de inferioridad, siempre comparándose negativamente, inseguridades, deseos banales como el éxito y la fama, empequeñecido, dependiente… Por suerte, todo ello va quedando a un lado cuando nuestro protagonista pintor va desarrollando su obra. A medida que pinta y avanza en su cuadro, también se va fortaleciendo su personalidad.
Por otro lado, gracias al proceso de elaboración de la pintura, conocemos gran cantidad de personalidades de la época barroca en España y entramos en contacto con la pintura flamenca de la época. Arte e intriga palaciega se dan la mano para traernos esta buena lectura de entretenimiento.
No es nada nuevo novelar aventuras palaciegas con base histórica, sin embargo, los detalles que tiene Rosa Ribas a la hora de narrarlo comportan muchos puntos de originalidad en cuanto a contenido. Además, logra hasta el final de la lectura mantener el suspense acerca del objetivo de pintar La degollación. No me pareció nada intuitivo ni previsible, casi todo lo descubrí en cuanto lo leía y no antes. Así que en ningún momento te aburre y te mantiene en toda ocasión atento.
El único pero es que al principio la redacción es un tanto tosca al intercalar tiempo pasado y tiempo presente, sin embargo, a medida que avanza uno en la lectura, la autora va puliendo la técnica y se vuelven mucho más claros los tiempos de la narración.
Es tan vivo cómo se cuenta el proceso de creación del cuadro, que yo no necesité hasta las últimas hojas buscar la foto del lienzo de La degollación de San Juan Bautista y banquete de Herodes. Fui recreando en mi imaginación cada parte del cuadro que se describe. Y creo que es así como ha de leerse, esperando casi al final a buscar la foto del lienzo original. A mí me sorprendió que, lo que yo imaginé a lo largo de la lectura, se correspondía en su gran mayoría con el cuadro real.