El pintor de la corte de los despropósitos

A día de hoy estamos inmersos en una ardua labor de investigación sobre lo que nos ha costado y en qué se ha invertido el dinero de los marmolejeños para la celebración de la feria, y hasta que no la acabemos, no pondremos negro sobre blanco con pruebas irrefutables de lo que estamos hablando.
No hemos podido comentar antes lo que nos parece el cartel anunciador de la feria, no por falta de interés sino porque nos llevan con la lengua fuera, y no damos abasto a comentar tal cúmulo de despropósitos.
Parece ser que en nuestro pueblo se está convirtiendo en una mala costumbre premiar a aquellos que no se lo merecen. Suponemos que aún recordarán el infame papel que hizo desde la oposición el "ínclito" Señor Cerezo Villa. Durante el tiempo que se sentó en un sillón del pleno municipal, hizo gala de desvergüenza, desinterés, falta de cultura democrática, defensa a ultranza de ideas ultraderechistas y, sobre todo, lo que mejor lo define, es su gamberrismo reflejado también en esa denostada publicación y felizmente desaparecida, "Marmolejeño Popular". Todo lo anteriormente dicho, por supuesto, está referido a su acción política.
De sus insultos, vejaciones y demás barbaridades dichas y escritas, ya dio cuenta una sentencia judicial. Durante el juicio se descolgó el "muchacho" diciendo que "él sólo decía y escribía cosas que vienen en el diccionario", intentando justificar sus exabruptos. Lo que los electores marmolejeños piensan de él, quedó reflejado en la considerable merma de votos que fue cosechando elección tras elección, cogiendo un Partido Popular con cinco concejales y soltándolo con sólo dos.
Como agradecimiento a esta inestimable labor de oposición que quedará en la antología del disparate, nuestros actuales desgobernantes le han nombrado Pintor de Corte. Eso quiere decir, que a partir de ahora aquel ciudadano que tenga la ilusión de ver su obra en el Programa de Feria, NO PODRÁ, porque ya pasaron los tiempos en los que todos teníamos igualdad de oportunidades. 
Esto ocurrió en la corte de los Austrias con Velázquez, también ocurrió con Goya y los Borbones, y no podía ser menos que codearse nuestro insigne vecino con semejantes maestros de la pintura, y semejantes gobernantes con  reyes antiguos en un intento de reproducir maneras ya por suerte olvidadas en casi todo el mundo. Esperemos que algún día nos muestren las credenciales de tal nombramiento y su vigencia, que ojalá no sea vitalicia.
Todo esto viene para que nos demos cuenta de la cultura democrática y de participación ciudadana de la que presumen, pero no practican. Atrás han dejado a todos estos niños que entregaban sus prematuras obras de arte ilusionados y a todos los demás vecinos que no perdían la esperanza de que cualquier año su obra fuese la portada del programa que llegaba a todas las casas. Sin concurso, no hay méritos, y sin méritos, no hay verdad.
De la estética del cartelito qué decir. Nos hemos devanado los sesos intentando averiguar a qué nos recordaba. Nos olía a antiguo, a alcanfor, al estilo de esas películas que proyectaban una imagen de España cateta, analfabeta, sumisa, de flamecos y faralaes, de dictadores y señoritos, en definitiva, la España de la pandereta y la algarabía, que tanto ha dañado nuestra dignidad.
Estamos en un momento en el que están sacando la patita muchos nostálgicos del nacional-catolicismo. Nos están bombardeando sutilmente a través de sus múltiples medios de comunicación. De la ideología del Pintor de Corte ya hemos hablado, y para demostrarlo aquí os dejamos una muestra de estética tardofranquista:


¿Les ha quedado claro cuál es su fuente de inspiración? En un tiempo en el que hay que luchar y mirar hacia el futuro, algunos todavía se empecinan en volvernos al pasado...
Esperemos que esto sirva de reflexión y que el próximo año no se quite a nuestros paisanos la oportunidad de demostrarnos su arte y su mérito de haber sido elegidos como Pintores que sí representen a todo un pueblo, y no con el único mérito de haber sido un mal concejal para Marmolejo del Partido Popular.
"Si se niega la participación, se está a un paso de la imposición"