Que L'Hospitalet de Llobregat es el paradigma de la especulación urbanística en Catalunya es algo que, a estas alturas, es prácticamente imposible negar. Desde los años 50, con la llegada masiva de inmigración a la ciudad, pasando por la creación de nuevos barrios masificados tales como Bellvitge o El Gornal, los formidables pelotazos urbanísticos de Plaza Europa y -si todos los dioses del firmamento no lo impiden- el próximo de Cal Trabal, la construcción de viviendas a lo alto para meter cuanta más gente mejor ( ver Una lata de sardinas llamada Hospitalet ), ha sido una constante en la política urbanística del municipio. Y hasta tal punto ha sido así la cosa que Hospitalet, allá por el lejano año de 1931, ya tenía el récord de altura en un edificio de viviendas en España. Se trata (puesto que aún existe) del Rascacielos de Collblanc.
En el continuo urbano que es la frontera entre Barcelona y Hospitalet, destaca la bulliciosa Carretera de Collblanc, continuación en territorio hospitalense de la barcelonesa calle de Sants. Pues bien, si algún día se le ocurre pasearse por esta estrada, a la altura del número 43-45 verá un edificio que, con sus 44,5 metros de altura y 12 pisos ( planta baja +11, como se dice en argot de arquitecto), no destaca absolutamente en nada del resto de bloques que le rodean. Pues bien, aunque le parezca mentira, este hoy discreto bloque de pisos, en su momento fue el último grito a nivel español.
El Rascacielos ( Gratacels, en catalán), también conocido como Casa Pons por haber sido Joan Pons Vila -dueño de un negocio de carpintería de Hospitalet- el propietario y promotor del inmueble, ya fue proyectado con la intención de ser un edificio monumental. No en vano, en los expedientes de obra de 1931 consta que, según el propio interesado, pretendía construir " una casa de forma no corriente y que constituyera un elemento de primer orden para la ciudad". Y para conseguirlo, encargó el proyecto al arquitecto Ramón Puig i Gairalt en 1927, por aquel entonces, arquitecto municipal de L'Hospitalet.
De esta forma, el 22 de enero de 1931, en el solar de 290 m2 que había en la esquina entre Carretera de Collblanc y calle Progreso (en pleno barrio de Collblanc), la constructora Bertrand y Artal dió comienzo a las obras de construcción de lo que acabaría siendo uno de los símbolos arquitectónicos de la ciudad.
Puig i Gairalt diseñó un edificio funcional en un estilo racionalista con detalles de Art-Déco y que, desde la calle diera la impresión de una estructura piramidal. Con este estilo, el arquitecto dibujaba un edificio-torre con el cual innovaba y experimentaba nuevas técnicas constructivas, rompiendo con los estilos que él mismo había utilizado hasta entonces.
Así las cosas, a la planta baja, dedicada básicamente a local comercial, se le sobreponían seis plantas con 4 pisos por rellano. Pisos a los que se añadía un 7º con 3 pisos, un 8º, un 9º y un 10º con 2 pisos por rellano cada uno y un último piso en la planta 11 que disponía de 4 habitaciones en vez de los 3 dormitorios que tenían el resto de viviendas. Todas ellas, eso sí, con calefacción, baños y ascensor, siendo el primer edificio de Hospitalet en disponer de ascensor. Todo un lujo para la época... a pesar de que el presupuesto de que disponía Ramón Puig y Gairalt era más bien reducido. Pero... ¿porqué resultó tan innovador si hoy pasa totalmente desapercibido? Pues justamente por eso: por su novedad.
Cuando se levantó el Rascacielos, el hecho de que fuera una torre de 12 pisos en un barrio en que la construcción básica era la de una planta o a lo sumo dos, le significó destacar como una atalaya sobre todos los edificios que le rodeaban. No obstante, el barrio de Collblanc siempre ha sido uno de los barrios más poblados de la ciudad, por lo que, construyendo un edificio de viviendas con tanta altura, además de ponerse la medalla ante el consistorio (eso siempre gusta a los políticos de turno) el propietario estaba haciendo negocio y adelantando una solución arquitectónica en altura que después sería la norma en el crecimiento urbanístico de L'Hospitalet.
De esta manera, el 15 de enero de 1933, con la presencia de toda la "curia cardenalicia" del consistorio municipal (faltaría más), se procedía a la inauguración del inmueble, el cual fue durante una temporada, el edificio de viviendas más alto de toda España. Siendo precisamente por su novedad y su monumentalidad en relación a todo el resto, que el Ayuntamiento lo galardonó el mismo día de la inauguración instalando una placa en la fachada. Placa que, con el tiempo, acabó desapareciendo (el Patrimonio público, esa gran asignatura pendiente...).
Así, a partir de aquel momento, el Rascacielos de Collblanc empezó a formar parte del sky-line de la parte norte de L'Hospitalet. Un perfil de ciudad que, si bien era muy bonito en época de paz, en época de guerra cantaba como una calandria, la cual cosa ponía el edificio en peligro cada vez que los bombarderos franquistas se acercaban a Barcelona. Sea como sea, el inmueble mereció ser la imagen emblemática de los sellos emitidos por la Junta Local de Seguridad Pasiva de L'Hospitalet.
Con la posguerra, la llegada al barrio de una ingente cantidad de inmigrantes procedentes de las áreas rurales españolas hizo que las necesidades de vivienda en el barrio (que ya eran altas) se disparasen todavía más. De esta forma, las nuevas promociones de pisos continuaron con el patrón seguido por Puig i Gairalt en el Rascacielos, dejando en poco tiempo al emblemático edificio igualado y superado, tanto en volumetría como en altura. Situación que hizo que, poco a poco, la antigua monumentalidad del Rascacielos de Collblanc se viera diluida en un marasmo ecléctico de viviendas.
En la actualidad, el "Gratacels" está declarado como Bien Cultural de Interés Local, por lo que el inmueble, al menos sobre el papel, se halla protegido de forma oficial. Esperemos que, a pesar de haber sido la cenicienta especulativa de todos los caciques inmobiliarios del país -con el inestimable apoyo de su granítico ayuntamiento- la ciudad de L'Hospitalet sepa valorar el poco Patrimonio que, como quien da una limosna, han dejado que llegue hasta nuestros días.
En definitiva, que Hospitalet fue pionera en la construcción de rascacielos, pero 80 años de construcción continuada de mamometros de cemento armado sin ton ni son en su término municipal, han sido suficientes para hartar a su ciudadanía.
Ahora ya no toca levantar nuevas mesiánicas torres de Babel para regocijo egocéntrico y solaz económico de unos pocos, sino, bien al contrario, toca demostrar al mundo que somos capaces de conservarlas, en tanto que son nuestras señas de identidad.
Y eso, a según qué alcaldes y alcaldesas, no gusta ni un pelo...
¡Ni uno!