Año 1948, anunciar una película con Judy Garland y Gene Kelly debía generar una expectación incluso mayor que ahora cuando algún director barbudo nos cuela una película de gente bajita haciendo senderismo, con mucho, mucho CGI
Lo cierto es que eran otros tiempos, y otro cine, pero sobre todo, otros espectadores, que disfrutaban del cine de una forma diferente, ni mejor ni peor, era un cine para matinales, un cine de sesión doble, un cine sin apenas clasificación por edades, un cine que muchos añoran y otros simplemente no entienden.
En ese cine, en aquel cine, y sobre todo en obras como esta, se debían aunar diferentes aspectos, pues debía incluir canciones que emocionaran a la novia que pretendía ver la película, fastidiando el propósito de la fila de los mancos, pero sin olvidar la acción trepidante para el público más juvenil, amor, drama, música, escenas con muchísima carga cómica y sobre todo, en esos años, mucho, muchísimo color, un color que casi duele a la vista, con una combinación de vestuario que sería objeto de burla en estos días, pero que se justificaba con la imposición de exponer la nueva tecnología, las películas venían de carecer de esta cualidad, y el exceso no era más que hacer alarde del cambio.
Todo esto, y mucho encanto, es lo que combino en su momento Vincent Minelli en lo que sería denominado ‘una película de estudio’, con decenas de extras que deben aparentar ser cientos, con decorados que pretenden ser exteriores y una más que notable actuación de Gene Kelly, notable en lo suyo, en cantar, saltar, correr, clavarse de rodillas después de dar dos volteretas y mantener una sonrisa perfecta y el peinado intacto, casi nada.
Un argumento no demasiado elaborado, pero con sus tramas y subtramas, con sus buenos y sus malos, y su giro final inesperado, donde unos pretenden ser aquello que otros pretenden esconder, y que al final concluye como procede en este tipo de películas, con el protagonista consiguiendo a la chica, y cada uno de los protagonistas, salvo el malo, alcanzando sus sueños, será que lo desearon muy fuerte.
La película contiene canciones para el recuerdo, o al menos para el de mi padre, que las cataba mientras se afeitaba, como niña! Niña niña niña! , que incluye un numero de baile maravilloso, y la muy recordada, al menos por los fans del género, Be a Clown, con un dúo entre Garland y Kelly que unifica baile, canción, color y comedia, porque si algo tiene esta película, es comedia, de la de entonces, de la de aquel cine, el de aquellos años.
Sé que es una recomendación arriesgada, una propuesta algo difícil para estos tiempos, pero es una de las mejores películas musicales que he visto en mi vida, y no suele aparecer entre las destacadas del género en ninguna lista, ni tan siquiera entre las destacadas de sus protagonistas, y eso que el propio Kelly declaraba que era uno de los trabajos del que estaba más orgulloso, pese a la pesadilla que le suponía trabajar con Garland, cuestiones de egos, típicas de la época y de aquel cine también.
No todo va a ser explosiones y CGI