Esta es la historia de la especulación con un piso que hizo rico a un matrimonio y que en su vejez sobrevive de la caridad.
Es la historia de un pisito comprado en 1967 por un millón de pesetas, 6.000 euros, y que sin grandes agobios permitió adquirir otro que con el boom inmobiliario en 2007 llegó a valer 700.000 euros, 116 millones de pesetas.
El valor inicial del pisito equivalía al sueldo de ambos de tres años. Con pocos esfuerzos tenían pagada la hipoteca en 1985.
Lo vendieron entonces por tres millones de pesetas y compraron otro valorado en el doble, seis millones, unos 36.000 euros.
Y como ambos llegaron a ganar entonces unas 250.000 pesetas, tenían pagada la hipoteca del nuevo piso en 2002.
El valor de esta segunda vivienda subía rápidamente desde los últimos 1980. En 2003 valía ya 40 millones de pesetas, que corresponden a 240.000 euros. En 2007, había llegado a 700.000 euros.
Unos asalariados que empezaron con un millón de pesetas –sus dos hijos tenían carrera y trabajo—y ahora poseían nominalmente esos 700.000 euros, 116 millones de pesetas.
Se jubilaron y la especulación inmobiliaria era maravillosa, por lo que vendieron el piso y compraron otro de 1,2 millones pensando en venderlo poco después en 1,5 millones. Vejez tranquila, de viajes y cruceros.
Instantáneamente, se hundió el mercado. No podían pagar la hipoteca con las pensiones de ambos y nadie les compraba por lo que pedían. Sus hijos, ya casados, y sus mujeres, cayeron en el paro.
El banco ha echado a todos del piso, y además tienen que seguir pagándolo.
Viven de la pensión de ambos en un lejano pueblo inhóspito: ellos, sus hijos, nueras y cuatro nietos, y recogen diariamente comida en locales de esos meapilas religiosos a los que ellos, laicos y progresistas, despreciaban tanto.
-------
SALAS