Cuando vemos la palabra “plagio” por primera vez nos saltan todas las alarmas interiores y se mueven nuestros cimientos educativos. Es normal, para los autores y creativos noveles a los que se les ha mostrado solamente la cara delictiva del plagio, nos impresiona la primera vez que la vemos. Resulta increíble como una palabra puede cambiar el significado de las cosas “creativo”. Donde casi lo primero que nos enseñan de pequeños es que tenemos que ser únicos e irrepetibles. Nada más lejos de la realidad.
Tratemos de inventarnos un título para uno de nuestros artículos de No Creas Nada, un libro o una canción. Veremos que no resulta tan inédito, quizás una persona o varias lo han inventado antes para bautizar a una de sus obras. Y no es malo, sino más bien normal; teniendo como referente un mismo idioma, la cultura, tener una educación similar y hasta la influencia artística, etc… no es de extrañar que las musas beban de la misma fuente inspiradora y se nos ocurran los mismos nombres. Diferente es como juzgue este hecho la Propiedad Intelectual. Estamos todos conectados mentalmente a una fuente universal dirían los místicos. Yo no sé, solo sé que cada vez me cuesta más elegir un título que no exista en nuestro idioma. Y ahí puedo jurar que me esfuerzo por ser única e irrepetible sobretodo con los títulos de las obras literarias que he publicado.
El plagio creativo existe desde la más remota antigüedad. No sería de extrañar que desde la era de las cavernas, cuando el hombre de la antigüedad empezó a ver el mundo como algo más que su refugio, empezase a plagiar lo que hacían los otros, un buen ejemplo serían las pinturas rupestres.
Algo más cercano a nosotros, fueron los romanos que copiaron a diestro y siniestro a los griegos e incluso les robaron obras. Esto quizás raya más en lo delictivo, ¿verdad? Pero seguramente nos suena a la competencia atroz entre países como Japón y China, que compiten en el panorama tecnológico cada día y se copian. Aunque en realidad china nos copia a todos y no siempre tan “creativamente”.
El plagio creativo persigue explorar otros horizontes para las mismas ideas, emplear otros recursos, otra luz… Y es que los niños plagian para aprender, antes de encontrar su propio rumbo. Yo plagiaba a mi manera las letras de mis amigas, la firma de mi madre, algún cuento, porque me encantaban, porque quería hacerlo todo mejor y más hermoso. Nada de plagiar en los exámenes, eso es un delito…
Y es que hay muchas obras de artistas influyentes en nuestro mundo dignos de emular, pero yo siempre he creído que hay que ir más allá de lo ofrecido por esas mentes. Explotar al máximo esa idea primigenia que encendió la chispa de nuestra creatividad. Aunque a menudo es difícil hacerlo mejor, porque muchos son auténticos genios, hay que tratar de hacer nuestra su verdad y llevarla más allá, hasta sus últimas consecuencia. Hacerla auténticamente nuestra. Porque para hacer una obra peor para mi es malgastar el tiempo y los recursos, desaprovechar la inspiración de esa idea original.
Muchas veces he leído historias que me han hecho sentir que yo puedo hacerlo mejor. Ahí es para mí donde se abre la oportunidad para hacer un plagio creativo. Han sido imitadas canciones de Los Beatles, La Odisea, Caperucita Roja, La Cenicienta y otras muchas obras de diferentes autorías. Están los remakes en el cine, las versiones en la música. ¿Por qué no? Renovar los argumentos, revolver lo sustancial y darle otro nuevo brillo. Resulta maravilloso poder hacerlo siempre teniendo en cuenta que debemos tejer la nueva obra con nuestro hilo personal sin que se vea el antiguo, aunque se perciba el alma de la historia original porque la esencia de la madre siempre queda impregnada en ella.
Muchas gracias por seguirme, te invito a leer mis otras obras.
Fuentes de inspiración:
http://planetadepapel.blogspot.com/2010/01/el-plagio-creativo.html?m=1
http://sergiomonguilo.blogspot.com/2008/07/el-plagio-creativo.html?m=1