Revista Cultura y Ocio

El plagio de Lucía Etxebarría

Publicado el 17 febrero 2011 por Radgull

EL PLAGIO DE LUCÍA ETXEBARRÍA 

Las acusaciones de plagio pueden volverse contra los denunciantes, como les sucedió a la revista Interviú y al periodista José Calabuig que en un reportaje señaló la presencia abundante de versos de William Blake, Pere Gimferrer, Alejandra Pizarrnik y sobre todo de  Antonio Colinas (Sepulcro en Tarquinia, Preludios, Astrolabio, Noche más allá de la noche) en la Estación de Infierno de la autora de Bermeo.  En septiembre de 2001, Etxebarría presentó una denuncia contra la revista por  injurias.
  

La autora desde un primer momento negó que hubiera plagiado y recurrió al testimonio de sus pares como únicas voces capacitadas para condenarla o sancionar su comportamiento: 

   "Quiero dejar claro que no es equiparable el rigor y el criterio de críticos y autores como Ana María Moix (que revisó el primer manuscrito), Esther Tusquets (editora del libro), Cristina Peri Rossi (que lo presentó) y Juan Carlos Suñén (que lo reseñó), personas que gozan de sobrado reconocimiento en el mundo literario, con el de un periodista que, que se sepa, no ha escrito ningún estudio crítico sobre poesía ni ha publicado artículo o libro alguno sobre el tema".
     

Al hacer esto, incidía en la principal contradicción del fenómeno del Plagio. Se condena a un autor por razones morales, pero se esgrimen argumentos de la crítica literaria, que ésta en puridad no puede proporcionar. Desde la "muerte del autor", e incluso desde la "Emotional Phallacy" del New Criticism, resulta cuando menos azaroso intentar "demostrar" de manera tajante  la intención de un autor. La autora aducía que su intención artistica era utilizar la intertextualidad para "darle otra vuelta de tuerca" a los textos de sus predecesores; que nunca había ocultado su admiración por el poeta Colinas, y que sus préstamos no eran más que un "homenaje" al que consideraba su maestro. 

   El plagio como violación de la propiedad intelectual sólo es detectable y condenable desde la perspectiva jurídica o moral. Desde un punto de vista estrictamente estético, toda obra a la que se le cambia el contexto de producción se convierte en una obra nueva y autónoma. Así la autora exigía "un estudio crítico comparativo entre obras, no la simple enumeración de metáforas que recuerdan a otras metáforas sin mencionar el contexto en el que tales referencias se encuentran".
       

Esto ya fue señalado, para mayor regocijo de los críticos post-modernistas que no se cansan de citarlo, por J. L. Borges al crear la figura de P. Menard. E indudablemente, el Principito de Exupéry no sería el mismo, si fuera negro o una Princesita. Ahora bien, la lógica legal condena este tipo de prácticas como "parasitarias del esfuerzo de creación ajeno". El problema radica en saber si hubo la intención de entrar en la "intertextualidad" (desde el punto de vista de la crítica todo plagio -incluso para algunos todo texto- es un ejemplo de diálogo con otros autores) o de romper el "contrato de lectura" (fraude a los intereses de los lectores-consumidores) o de "escritura" (dar como propia la obra ajena). Enigma que, como ya indicaba U. Eco en los Límites de la Interpretación,  es en sí mismo irresoluble.
   

 Quizás debido al hecho de que se trata de una obra poética (género al que se le atribuye una cierta pureza -ya perdida en el caso de la novela, del "arte por el arte"-  dada su escasa salida en el mercado editorial), el principal afectado, Antonio Colinas, guardó un discreto silencio y evitó cualquier tipo de condena pública de su apasionada discípula y, sobre todo, a  las declaraciones absolutorias de la doctora en Literatura Española, Sonia Núñez Puente, el filólogo Francisco Reina y la catedrática del departamento de Literatura y Lengua Española miembro de la State University de Nueva York, Lou Charnon-Deusth, quienes elaboraron los informes periciales presentados en el juicio ante el Tribunal Constitucional.
  

Más recientemente, fue acusada de un nuevo plagio: su obra Ya no sufro por amor (2005) contiene párrafos enteros copiados del artículo "Dependencia emocional y violencia doméstica", publicado por el psicólogo Jorge Castelló un año antes en Psicocentro La demanda fue aceptada a trámite por un juzgado de Valencia, mientras que la autora, lejos de arredrarse por estas nuevas acusaciones, tan solo declaró que esperaba que el escándalo ayudara a aumentar las ventas del libro. Posteriormente, la disputa se arregló fuera de los juzgados, mediante acuerdo económico y una nota de prensa donde la autora admitía un uso inadecuado de los materiales ajenos.


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