En realidad, el primer elemento químico descubierto en América fue otro metal: el platino, y lo fue por otro español, don Antonio de Ulloa en las arenas del río Pinto, en Nueva Granada (Colombia), en 1736. Y en forma de platina, "piedra de tanta resistencia que no es fácil romperla ni desmenuzarla"... "Ni la calcinación la vence, ni hay arbitrio para extraer el metal que encierra, sino a expensas de mucho trabajo y costo". El metal que Ulloa advirtiera, lo identificó Watson, catorce años después (1750) y se conoce como platino.
Todo esto significa que desde las primeras fraguas de Cortés, y el procedimiento de Bartolomé de Medina para beneficiar las menas de plata, la actividad minerometalúrgica en Méjico no sólo no se interrumpió, sino que se desarrolló técnica y económicamente, con notable acierto, con el apoyo recibido desde España que, insisto, llegó a prescindir para ello de sus mejores hombres que era, además, prácticamente los únicos.
Voy a terminar transcribiendo un párrafo de la conferencia que don Carlos Prieto pronunció con ocasión del CLXXV aniversario de la Fundación del Real Colegio de Minería de México (1792):
"...Si España no supo o no pudo escribir adecuadamente el último capítulo del admirable libro de América, sí escribió, en cambio, los capítulos más felices de su historia y también los capítulos más gloriosos. Fue tal y tan sin par esa acción indiana a lomos de la minería, que no exagero al afirmar que reviste caractéres de asombro, mágicos, podríamos decir. Comienza la tierra americana por atraer y seducir irresistiblemente a un puñado de aventurados aventureros, ejerce esa tierra sobre el pueblo español trasvasado a las nuevas tierras, una especie de encantamiento que lo lleva a realizar hechos increíbles y quiméricos y lo mueve a escudriñar sus más escondidos rincones, en los lugares más abruptos y más elevados de las cordilleras, a través de caudalosos y prolongados ríos, de hostiles desiertos y de selvas intrincadas, y en todos esos sitios se asienta y mezcla y amalgama con los pobladores aborígenes, complicando y enriqueciendo aún más el mestizaje que ya llevaban en su sangre desde la península y, por último, se realiza sobre esa tierra americana una impredecible y misteriosa transmutación del oro y de otros metales preciosos, extraídos de sus entrañas en esencias imponderables: espíritu y mentalidad, creencias y emociones, aspiraciones y sentimientos, en suma, en pueblos con precisa y acusada personalidad extendidos por todo el nuevo Continente".
Felipe Calvo, humanista palentino.
Ensayos y escritos en "Curiosón".