Revista Salud y Bienestar
El poco apoyo de la población autóctona y la dificultad para llevar una vida autónoma causan estrés a los inmigrantes
Por Fat
El proceso de adaptación de la persona inmigrante a un nuevo contexto exige esfuerzos. Tal y como asegura Ainara Arnoso, doctora en Psicología Social y profesora en la UPV/EHU, existen factores de riesgo que afectan al bienestar mental de la vida del inmigrante. Así, “la sensación de pérdida y dolor y de culpabilidad y vergüenza, un estado de inconsciencia con respecto a la decisión tomada, una sensación de añoro, la ausencia de la familia o de la expectativas de formarla; los conflictos conyugales o con los hijos, el estrés derivado de llegar a otra cultura, la pérdida de redes sociales, la marginalidad y los cuadros de intolerancia derivados de la mismas, el desempleo y un menor estatus laboral, la pobreza o el hecho de que se trate de una emigración forzada son situaciones de riesgo para la salud mental del inmigrante”.
Entiende Ainara Arnoso que “en el análisis sobre el proceso migratorio, ajuste psicológico y salud mental, cabe preguntarse si la inmigración es una situación de riesgo. Durante mucho tiempo se ha defendido esta afirmación, sin embargo los estudios que se han realizado tanto comparando la situación actual con la que tenían en su país, o comprando los resultados de la población inmigrante con la población autóctona, son contradictorios”.
Puntualiza la experta que “la mayoría de la población inmigrante emigra por motivos económicos, lo que supone una inestabilidad socioeconómica. Además, hay que tener en cuenta los procesos de duelo y de choque cultural que toda persona inmigrante, en mayor o en menor medida viven en el contexto de recepción”. Los resultados del trabajo presentado por Ainara revelan que “por lo general los niveles de estrés de la población inmigrante son moderados y que el grado la satisfacción es positivo, lo cual no significa que haya personas con altos niveles de estrés y bajos de bienestar. En este sentido es importante tener en cuenta la implicación que el malestar puede tener en la salud mental, ya que la vulnerabilidad que produce el estrés puede tener como resultado la presencia de sintomatología. De hecho la prevalencia de sintomatología depresiva, somática y ansiosa es bastante alta”.
Se sabe que algunos de estos factores están incorporados en los programas dirigidos a la población inmigrante, “y que otros, como la obtención de un trabajo o una vivienda, difícilmente se pueden solucionar desde la perspectiva psicológica. Sin embargo, tenerlos presentes y conocer su influencia en el bienestar, posibilita que se puede trabajar la dimensión emocional indirectamente, al mismo tiempo que las acciones ya existentes en esta dirección de puedan mantener o mejorar”.
Desde esta perspectiva, surge otra pregunta: ¿Hay que tratar la psicopatología de la inmigración? Ésa es la cuestión que lanza de Iñaki Markez, presidente de la Asociación Vasca de Salud Mental, a la vista de las nuevas realidades sociales. El experto, presente en el XIX Curso de Actualización en Psiquiatría que se celebra en el Palacio Europa de Vitoria-Gasteiz, entiende que “inmigrar es un elemento estresante pero no es una enfermedad. El duelo migratorio no es patológico salvo complicaciones. La amenaza depende del contexto social y cultural vivido en el país de acogida dado que se trata, más bien, de una situación de cambio con sus ventajas y sus oportunidades, sus elementos favorables y su lado oscuro con estrés y duelos acompañantes, y todo ello se traduce en "trastornos" adaptativos o en situaciones desadaptativas lo cual puede necesitar intervenciones psicosociales lo que es muy distinto a actuaciones médicas”.
Recuerda el presidente de la Asociación Vasca de Salud Mental que “hay estereotipos que presentan a los inmigrantes como usuarios crónicos. Sin embargo, diversos estudios invalidan tal consideración. La Encuesta Nacional de Salud apunta que el inmigrante utiliza menos el médico de familia, la asistencia especializada, así como los servicios de cirugía, diagnóstico y tratamiento. Sólo en el caso de los servicios de urgencia sobrepasa el índice de uso de la población autóctona”.
Ante estas cifras, a las que ha de añadirse el hecho de que “las dificultades que encuentra la Sanidad para el abordaje de este sector de la población hay mayor morbilidad presupuesta, lo cual lleva al error diagnóstico”, Iñaki Markez se pregunta si “¿está enfermo el inmigrante o bien el medio de acogida? Que estén tan presentes algunas ideas y comportamientos hace pensar en arraigados prejuicios sociales, en comportamientos paternalistas o en escondida xenofobia que nos puede llevar a pensar y actuar de modos inapropiados. Por todo ello es necesaria una clara actitud intercultural, para entender el fenómeno migratorio y poder elaborar planes de apoyo, de atención y de tratamiento para quienes lo precisen”.
Entiende Ainara Arnoso que “en el análisis sobre el proceso migratorio, ajuste psicológico y salud mental, cabe preguntarse si la inmigración es una situación de riesgo. Durante mucho tiempo se ha defendido esta afirmación, sin embargo los estudios que se han realizado tanto comparando la situación actual con la que tenían en su país, o comprando los resultados de la población inmigrante con la población autóctona, son contradictorios”.
Puntualiza la experta que “la mayoría de la población inmigrante emigra por motivos económicos, lo que supone una inestabilidad socioeconómica. Además, hay que tener en cuenta los procesos de duelo y de choque cultural que toda persona inmigrante, en mayor o en menor medida viven en el contexto de recepción”. Los resultados del trabajo presentado por Ainara revelan que “por lo general los niveles de estrés de la población inmigrante son moderados y que el grado la satisfacción es positivo, lo cual no significa que haya personas con altos niveles de estrés y bajos de bienestar. En este sentido es importante tener en cuenta la implicación que el malestar puede tener en la salud mental, ya que la vulnerabilidad que produce el estrés puede tener como resultado la presencia de sintomatología. De hecho la prevalencia de sintomatología depresiva, somática y ansiosa es bastante alta”.
Se sabe que algunos de estos factores están incorporados en los programas dirigidos a la población inmigrante, “y que otros, como la obtención de un trabajo o una vivienda, difícilmente se pueden solucionar desde la perspectiva psicológica. Sin embargo, tenerlos presentes y conocer su influencia en el bienestar, posibilita que se puede trabajar la dimensión emocional indirectamente, al mismo tiempo que las acciones ya existentes en esta dirección de puedan mantener o mejorar”.
Desde esta perspectiva, surge otra pregunta: ¿Hay que tratar la psicopatología de la inmigración? Ésa es la cuestión que lanza de Iñaki Markez, presidente de la Asociación Vasca de Salud Mental, a la vista de las nuevas realidades sociales. El experto, presente en el XIX Curso de Actualización en Psiquiatría que se celebra en el Palacio Europa de Vitoria-Gasteiz, entiende que “inmigrar es un elemento estresante pero no es una enfermedad. El duelo migratorio no es patológico salvo complicaciones. La amenaza depende del contexto social y cultural vivido en el país de acogida dado que se trata, más bien, de una situación de cambio con sus ventajas y sus oportunidades, sus elementos favorables y su lado oscuro con estrés y duelos acompañantes, y todo ello se traduce en "trastornos" adaptativos o en situaciones desadaptativas lo cual puede necesitar intervenciones psicosociales lo que es muy distinto a actuaciones médicas”.
Recuerda el presidente de la Asociación Vasca de Salud Mental que “hay estereotipos que presentan a los inmigrantes como usuarios crónicos. Sin embargo, diversos estudios invalidan tal consideración. La Encuesta Nacional de Salud apunta que el inmigrante utiliza menos el médico de familia, la asistencia especializada, así como los servicios de cirugía, diagnóstico y tratamiento. Sólo en el caso de los servicios de urgencia sobrepasa el índice de uso de la población autóctona”.
Ante estas cifras, a las que ha de añadirse el hecho de que “las dificultades que encuentra la Sanidad para el abordaje de este sector de la población hay mayor morbilidad presupuesta, lo cual lleva al error diagnóstico”, Iñaki Markez se pregunta si “¿está enfermo el inmigrante o bien el medio de acogida? Que estén tan presentes algunas ideas y comportamientos hace pensar en arraigados prejuicios sociales, en comportamientos paternalistas o en escondida xenofobia que nos puede llevar a pensar y actuar de modos inapropiados. Por todo ello es necesaria una clara actitud intercultural, para entender el fenómeno migratorio y poder elaborar planes de apoyo, de atención y de tratamiento para quienes lo precisen”.
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