Revista Coaching

El poder de ayudar

Por Vivaconproposito

En un mundo que cada vez más insensible, apático y sin interés por el prójimo, en el que los medios cada día nos recetan con malas noticias, violencia, problemas económicos, inestabilidad social, en fin toda la amplia gama de dieta mediática a la que constantemente estamos expuestos, y de la que quizá quisiéramos saber menos, nos surge la pregunta de:

¿Que podemos hacer?, o tal vez diríamos no es nuestro asunto, y quien sabe que cosas mas pasan por la cabeza de cada uno de nosotros.

Ante lo anterior quiero compartir con ustedes algo que me ha servido mucho para dejar de lado todo eso, una humilde experiencia que les contare.

Tras 25 años de pertenecer a una institución como la Cruz Roja, y de trabajar durante unos 20 en el Servicio de Emergencias de mi país, la Pequeña Costa Rica, la experiencia ha sido tanto enriquecedora como difícil, presenciar ambas caras de la moneda, el dolor y la impotencia ante la muerte o la alegría de una vida salvada.

Fueron muchos días y noches, bajo la lluvia, el frio, en una carrera contra el tiempo, y la distancia, sintiendo sobre los hombros la responsabilidad de una vida que en ocasiones pendía de apenas un hilo. Cuantas veces me sentí satisfecho y orgulloso de mi labor, la que trataba de hacer con dedicación y esmero, o cuantas veces fue abrumado por la tristeza al no poder salvarla, hacer todo lo que estuviera a mi alcance para seguir intentando y aun así, no se pudiera, cientos fueron las veces en las que mis ojos se colmaron de lágrimas, lejos para que nadie me viera, ocultando mi dolor pues sentía que si lo demostraba eso me haría ver débil.

Poco a poco pude con el paso de los años madurar, ya no era el joven impetuoso e impulsivo de antes, sin embargo de esa época conservé la fuerza para seguir intentando una y otra vez, aunque pareciera infructuoso. Entonces aproveche para capacitarme, aprender todos los días algo nuevo, analizar, revisar mi actuar y tratar de mejorar. Estaba creciendo como persona y como profesional, me sentía muy bien.

Luego vino a mí una nueva y hermosa época, tuve la oportunidad de transmitir conocimientos, enseñar, capacitar a las nuevas generaciones que poco a poco iban llegando, ansiosas, impetuosas como antaño fui yo, tratando de enseñar no solo los conocimientos técnicos, sino también aquello que no se aprende en las aulas, se aprende en la calle, el valor de las personas, el respeto por la dignidad humana y por la vida. Ver como se formaban me llenaba de alegría, aunque no siempre podía lograrlo con todos, siempre uno que otro sentía que el poder de ayudar no era tal, sino algo diferente, una necesidad de aparentar, y hasta de maltratar a quien a gritos pedía ayuda no solo fisica sino también de comprensión. La vida sería la que les cobraría en su momento la factura que poco a poco fueron forjando, fui testigo silencioso de muchos de esos cobros.

No es para mí posible decir con palabras lo que sentía al ver unos ojos humedecidos por el llanto de una madre quien pensaba que perdía a su hijo, una bendición, un gracias, que me daba y resonaba en mis oídos cuando por fin arribábamos y lográbamos ganarle la carrera a la Parca.

Todos podemos tener ese poder, el poder de ayudar, quizá no en el campo de las emergencias, pero si en la vida cotidiana, en cosas simples, dentro de nuestro hogar, o en la calle, un simple gesto de ayuda que para nosotros podría ser nada, pero para quien lo recibe tendría un valor incalculable. Ese poder nos lo dio el Ser Superior, llámenlo cada uno como quiera llamarlo, y lo traemos dentro de nosotros. Solo tenemos que decidir utilizarlo, no dejarlo dentro de nosotros.

Es mi intención que esta pequeña narración, pueda servirles como estímulo, de que no se necesita ser una persona influyente, o millonaria para hacer el bien, o ser un súper héroe con capa y poderes, no, cada uno de nosotros puede desde su posición ayudar a mejorar el mundo, empezando desde nuestro hogar, si, en nuestra propia casa con aquellos que tal vez por ver todos los días, a veces dejamos de lado, aunque a veces nos digan que necesitan nuestra ayuda, y cuando logremos hacerlo ahí, tendremos ganas de seguir haciéndolo, con mas y mas personas, es un efecto domino. Prueben y verán. Eso si, una advertencia, háganlo sin esperar recompensa, mas que la satisfacción de haberlo hecho.

Y mañana cuando llegue el ocaso de nuestra vidas, en el recuento podremos sentir sentir en el alma que usamos un poder especial, e insto a cada uno de ustedes a hacerlo, y quizá con pequeñas cosas, podamos cambiar poco a poco este mundo en algo mejor con ese poder que cada uno de ustedes tiene: El poder de ayudar.

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