Revista Opinión
Cuando pienso en Angela Merkel me viene a la cabeza la imagen de un rotweiller. Comparten una misma figura robusta y compacta, tienen fama de inteligentes, parecen mansos, pero también saben ser fieros. La canciller alemana gobierna de facto en toda Europa, donde impone con mano férrea, excesivamente germana diría yo, las directrices del mercado. Su visita a Zapatero, al que trata como un alumno aplicado, al que impone nuevos deberes, demuestra su fuerza, no exenta de intolerancia y una falta de sensibilidad social, que a mi personalmemte me rechina y desagrada. En España tiene muchos pupilos. El presidente del Gobierno es uno de ellos, al igual que la banca y la patronal, cuyos máximos responsables le veneran como una diosa. Ayer supimos que en Euskadi también tiene adeptos. El diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, comparte con Angela Merkel su apuesta por ligar los incrementos salariales a la productividad, en lugar de hacerlo al IPC. En la práctica, significa que perderemos poder adquisitivo. Ni más, ni menos. No deja de ser curioso que quienes defienden ahora esta teoría, no se aplicaran el cuento en época de vacas gordas cuando bien podían haber incrementado los salarios acorde con los beneficios multimillonarios de muchas empresas. Estas son las reglas del capitalismo.