Si de entre las deidades que el hombre venera tuviera que elegir una; si entre todos aquellos a quienes se ha rezado; uno tuviera que guiar mi camino; si de entre todos ellos, de uno dependiera mi destino;
Luna, me quedo contigo.
Contigo sabia, contigo bondadosa, contigo más humana, contigo callada, contigo.
El verano de 2015 quedará durante tiempo marcado en nuestras memorias como el verano de los cambios, el verano de las rupturas, el de las mudanzas y el de los nuevos comienzos.
Durante ese verano hubo tres rupturas en mi grupo de amigos; 3 parejas de esas que llevan años, que hablan de hijos y matrimonio, de esas que se tiene claro que ya no van a romper. Y sin embargo ahí estaban.
Ese verano también, tres de ese grupo nos mudamos, algunos de ciudad y otros de comunidad. Surgieron varios nuevos trabajos y alguno desapareció.
Y no solo mi grupo de amigos quedó patas arriba... todo aquel con el que hablaba, me contaba historias similares.
En Julio y Agosto de 2015 hubo Luna llena tres veces.
¿Casualidad? Es posible. Pero no va por vosotros este texto, escépticos. No es mi labor y no tengo intención alguna de que lo sea, el convenceros de nada.
Tres Lunas que descolocaron las vidas, las rutinas, las energías. Tres que agitaron mares, aguas, sangres. Tres que llegaron para volcarlo todo, para desequilibrar y ayudar después a establecer el equilibrio de nuevo; para colocarse como las tres patas perfectas de un taburete.
Curiosamente, hasta donde llegan mis conocimientos, no salió mal ninguno de esos cambios: las rupturas sirvieron para encontrar nuevos amores o para enamorarse de uno mismo; las mudanzas salieron bien y los trabajos fueron lo que se necesitaba en aquel momento.
Fue como si alguien cogiera los puzzles que eran nuestras vidas, mal hechos y bonitos sin embargo, tirara todas las piezas y las volviera a colocar una a una en su lugar.
En mi caso... puse toda mi vida patas arriba y me rebelé contra el mundo cambiando de casa, amigos, pareja, ciudad y ocupación. Cambié las noches de soledad por noches de vino y poesía; conocí a mucha gente y jamás dudaría si tuviera que hacerlo otra vez.
Mi amor por la Luna empezó de muy niña, aunque hasta la adolescencia no supe ponerle nombre. En los paseos a su luz con los perros y la que era por entonces mi mejor amiga; era ella la que escuchaba nuestras quejas adolescentes, la que por primera vez por un chico nos vio llorar, la que siempre estaba ahí, callada, acompañando.
En mis numerosas mudanzas, desventuras y aventuras, siempre fue ella lo único claro. Cuando me mudé a Alemania hace unos años por trabajo; sola y perdida, mirarla cada noche era lo que más me ayudaba, saber que seguía ahí imperturbable; mi guía, mi punto clave, mi unión con el resto del mundo.
Y este verano... este verano me la ha jugado, pero bien: me ha sacudido por los hombros, me ha gritado un poco y finalmente me ha obligado a salir de la cama, a seguir hacia delante y me ha facilitado cada paso que he querido dar.
Al principio del mes de Agosto se puso llena y tuve la crisis más fuerte de mi vida: todo lo que se me acumulaba en la cabeza empezó a salir fuera hasta culminar en un día en el que ella estaba en su plenitud, y yo llorando, vomitando y sin poder andar de las náuseas. Y entonces ella comenzó a desinflarse y todo empezó a ir bien. Sin prisa pero sin pausa, despacito, como dice la canción del verano. Hasta llegar a volver a bailar por la calle, volver a ser "esa chica un poco loca que solía estar cantando por el barrio; esa chica tan risueña con el pelo alborotado..."
Y llegó esta semana, y ella volvió a crecer. Y yo me hice un esguince y me mandaron reposo. Y el viernes llegó el correo que tanto había esperado, pero de cuya existencia me había olvidado ya:
"Enhorabuena, has conseguido plaza para..."
Y yo quería llorar, semanas esperando a que quedara una plaza libre para un curso de Google, yo sin poder andar y con una cita inamovible el lunes.
El miércoles 6 de Septiembre la Luna estaría llena a las 9:06h.
Yo no sé si ella ha tenido algo que ver, si ha alineado los planetas a mi favor, pero el viernes por la tarde el médico me dijo que podía andar, y los de la cita inamovible me llamaron para moverla a otra semana.
Yo la miro y se lo pregunto. Ella no habla, sigue subiendo y bajando las olas como si nada. ¡Ey, que me ha guiñado el ojo la muy descarada! 😉
¿Y tú qué opinas del poder de la Luna? Me encantaría leerte y saber que no soy la única que anda perdida mirándola y choca contra las farolas como una adolescente enamorada cada vez que me hace un poco de caso.
P.D. Este post va dedicado a mi Cloe Luna, mi Luna favorita, que sabe que las despedidas no son lo mío, y se marcha en unos días y nos tocará mirar al cielo esperando que la otra lo esté mirando también, para vernos reflejadas en la plateada superficie del gran amor de nuestras vidas.