El poder de la poesía no es una ilusión. Para creer en su poder, hay que creer primero en los hombres. Más que leerse, la poesía se recupera. Se va a la poesía a buscar algo que ya ha pasado en nosotros —que es la poesía misma, como lo quiere Hazlitt— y que esperamos reencontrar. En la experiencia producto de la lectura de poesía, la alteridad del mundo deja de ser hostil o nos golpea con una violencia solidaria. Quiero decir que, cuando leemos y gozamos de la poesía reconocemos de hecho a los demás como iguales. No podemos leer poesía más que como hombres. El desapego es la antípoda de esa lectura. La lectura poética tiene el color de la familiaridad y del entusiasmo.
Juan José Saer
“Emily Dickinson y la cuestión de la poesía”
Ensayos. Borradores inéditos
Editorial: Seix Barral
Foto: Juan José Saer