¿Qué función cumplen las anécdotas en una historia o en un artículo? ¿Por qué se utilizan? ¿Dónde se pueden introducir? ¿Qué pintan las anécdotas en el marketing de contenidos o en las técnicas persuasivas de copywriting?
Una anécdota según el DRAE es:
Quizá del fr. anecdote, y este del gr. ἀνέκδοτα anékdota 'cosas inéditas'.
1. f. Relato breve de un hecho curioso que se hace como ilustración, ejemplo o entretenimiento.2. f. Suceso curioso y poco conocido que se relata en una anécdota.3. f. Suceso circunstancial o irrelevante. Su intervención no pasó de la pura anécdota.4. f. p. us. Argumento de una obra.
Las tres primeras acepciones están íntimamente relacionadas, pues una anécdota es un relato que se hace de un suceso curioso o irrelevante para ejemplificar y entretener.
La función que cumple una anécdota en toda historia es atrapar al lector, pero hay otras que son igualmente importantes porque:
- Facilitan la identificación con el lector.
- Promueven la comunicación basada en la empatía.
- Ayudan a explicar conceptos difíciles.
- Tienen un alto valor ejemplificativo.
- Proporcionan una parada amena en la lectura.
- Ilustran mediante ejemplos cotidianos.
Las anécdotas son diversas y versátiles porque se introducen en cualquier parte del texto. Son como camaleones que se mimetizan con el entorno. (He aquí un ejemplo de anécdota comparativa para explicar mejor un concepto.)
El poder de las anécdotas en copywriting (y en cualquier historia que se precie) reside en que se utilizan para hacer más común al mundo habitual de los oyentes o de los lectores conceptos o ideas abstractas.
Las anécdotas vienen como anillo al dedo para empezar un discurso, una newslettero para la introducción de un texto o de un artículo.
Las anécdotas pueden ser:
Anécdota de autoridad. Se corresponde con una situación o con unas palabras dichas por otra persona. Es una experiencia ajena que enriquece el texto. Consigue llamar la atención y atrapar al lector. Se convierte en una pequeña perla de sabiduría. En realidad, nos encanta atesorar pequeñas frases o anécdotas que albergan grandes riquezas en cuanto a conocimientos diversos.
Un día, en el calor de un debate parlamentario, Winston Churchill trató de imbécil a un diputado de la oposición. Obligado a presentar excusas, el temperamental primer ministro lo hizo de la siguiente forma: “Dije que el diputado es un imbécil, eso es cierto, y lo lamento mucho.” ¿Se excusó? Cada vez que abro un debate sobre esta anécdota, las opiniones están divididas: los unos dicen que sí, los otros, que no; aunque cada quien aporta sus argumentos, válidos por sí mismos, nunca llegamos a una respuesta definitiva. No obstante, todos estamos de acuerdo sobre un punto: esta anécdota da fe del brillante político que Churchill era. Un buen ejemplo de sutileza. Y todo el mundo sonríe en el espacio de un instante.
De esta manera, inicia Roch Littel el artículo ¿Qué sería de la historia sin lo anecdótico?
Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá
Anécdota propia adquirida por una experiencia directa o indirecta. En este caso, lo anecdótico siempre pasa por el filtro personal del escritor. Lo analiza, extrae consecuencias del hecho y lo pone en relación con el tema que se va a tratar. Una anécdota que me gustó mucho y que ya cité en 7 estrategias persuasivas para retener al lector en el primer párrafo es el modo en que Oye Deb empieza el siguiente artículo:
Mi amiga Violeta tiene un padre (como todos en la vida), pero su padre es bastante sabio. Es un señor alto y elegante, con bigote espeso y ojos sonrientes, al que le gusta llevar sombrero. Empezó de la más absoluta nada y se fue haciendo su nombre y su hueco como traductor y también como escritor y teórico, codeándose con gente tan intelectual a los que casi no sabes ni qué decir, y convirtiéndose también en uno de ellos. Ha trabajado siempre desde casa, en un despacho instalado al final de un pasillo –ancho, pero pasillo al fin y al cabo-. Ni siquiera tienen coche. Quiero decir que es un hombre humilde de vida tranquila, pese a su nombre y a su experiencia.
Oye Deb en Lo que el padre de una amiga me enseñó sobre la perseverancia.
Situación anecdótica: Apelar a una situación por todos conocida es una de las mejores estrategias para asegurar la atención primera del lector y despertarle el gusanillo de la curiosidad. Se hace necesario partir de un hecho anecdótico y extrapolarlo al tema principal del que trata el artículo. Es decir, debe existir un vínculo entre ambos. Por ejemplo, así lo hace Eli Romero en el siguiente artículo:
Cuando íbamos al colegio o al instituto teníamos una manera auténtica de ligar. No quiero decir que ligar por WhatsApp sea menos original, pero a mí me gustaban los rituales de antes.Una nota en un papel de cuadritos mal cortado. Posiblemente escrito con lápiz y lleno de faltas de ortografía.El mensaje: ¿Quieres salir conmigo?La respuesta: Sí (en el mejor de los casos) o No (la mayoría de las veces).La cuestión es que nos hacía falta muy poquito para comunicarnos. Una hoja y un mensaje claro y directo.¿Y por qué os estoy contando todo esto?He percibido en las últimas semanas el miedo que puedes llegar a tenerle al contacto con periodistas.
Eli Romero en Cómo responder a un periodista cuando te llame o te escriba un mail.
Ahora, voy a mostrar el modo en que empecé un discurso ante un tribunal. No era la primera vez que exponía delante del público, pero sí era la primera vez que sería evaluada por ello. Así que los nervios en esa situación de multiplicaron por diez.
Por supuesto, conté con la ayuda incondicional de mi padre que se dedica en PAM palabras a medida a preparar discursos para brillar. Trabajamos duro la exposición y advirtió que mis nervios iniciales desaparecían a los pocos minutos.
Por ello, cambiamos una introducción 100 % formal (de manual y superaburrida) por otra que cumpliera tres objetivos:
1.- Rebajar mi nivel de nerviosismo.2.- Romper con las normas y llamar desde el principio la atención del tribunal.3.- Crear un ambiente distendido y relajado que permitiera el contacto visual con los miembros del tribunal y, a ser posible, sacarles alguna que otra sonrisa.
Mi nombre es Gala González Cubero. Lo de González y Cubero vale, está bien, pero lo de Gala fue una invención de mis padres cuando eran un poco modernos… menos mal, que mucho tiempo después logré reconciliarme con mi nombre gracias, en parte, a la lectura de El amor en los tiempos del cólera y me tranquilicé al descubrir a Gala Placidia.
¿Funcionó?, te estarás preguntando. Claro que sí y a partir de ahí la exposición fue todo un éxito y el tribunal sonrió. Rompí con mi frontera personal (el primer minuto) gracias a una anécdota.
¿Qué valor le das a una anécdota?¿Dónde prefieres introducirla: al principio, en el medio o al final?
Puedes encontrarme en PAM palabras a medida, creación y tratamiento de textos.
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