EL PODER DE LAS HUMANAS
Igual que muchas, incontables humanas, soy una perra luchona. Nuestro poder es enorme, y nuestra gran desventaja es que a veces no queremos responsabilizarnos por el peso de dicho poder. No hablo de lo que tenemos entre las piernas, la belleza, y los hombres atontados por esta, sino más bien, de la capacidad única que tenemos de cuidar y dar amor. Justo así, y no de otra manera, es como crecen felices los hijos, reverdecen las plantas, y florece el pequeño espacio acogedor y luminoso llamado hogar, en donde recobramos la fortaleza para enfrentar un nuevo día.
Desafortunadamente, a veces este espacio se llega a valorar al perderlo, o al carecer completamente de él.
Las mujeres, en donde quiera que estemos, sea en el hogar y la familia, un grupo de trabajo, equipo, o reunión – hacemos el clima y el ambiente, estemos conscientes de ello o no. Pesadita la carga… y viene por defecto, con los cromosomas XX.
Importa muchísimo lo que una mujer haga, pero importa aún más, tanto como se pueda imaginar, lo que siente, piensa, y como usa su poder. Un “yo quiero” atronador puede volverse un dolor de cabeza, un nuevo descubrimiento, una razón para matar, paz mundial o total y completa devastación. Tenemos el poder, el aguante, y la peor de las venganzas – hijos criados por obligación, lo que significaría un futuro para la humanidad, preparado de mala gana, y a duras penas.
Se hacen frecuentes polémicas sobre lo duras que son las leyes islámicas y los versículos bíblicos cuando se trata de mujeres. Discerniendo a buen juicio, se tiene mucho sentido en enunciados como; “La mujer es el pilar del hogar – si ella se corrompe, la familia entera se corrompe”. Si las familias se impregnan de desenfreno, descontrol e inconsciencia, para allá mismo ira la sociedad en cuestión, y sería muy difícil dudar de la veracidad de hechos comprobados una y otra y otra vez, tantas veces, que hasta se molestaron en respetarlos como reglas, y escribirlos en libros, para que los descendientes pudiéramos evitar repetir la historia. Y aun así, la repetimos, porque olvidamos el sentido y la razón de la creación de estas reglas antiguas. Los tiempos son diferentes, pero tan solo la interpretación debe cambiar.
Hace unos 50.000 años, las mujeres éramos en verdad – el sexo débil; pequeñitas, como la mitad del tamaño de los hombres de entonces, pariendo y muriendo en grandes cantidades, y sin llegar a vivir mucho más de 25 años. Aunque esto último también era porque nuestros ritmos biológicos eran diferentes, y nuestro corazón latía menos veces por minuto, dejándonos una expectativa de vida de 30 años aproximadamente, cual si fuéramos perros o gatos. Así eran las cosas hace cincuenta mil años.
Luego, decenas de miles de años de selección natural cambiaron las cosas; ya no éramos tan contrastantemente distintos en tamaño y fuerza. La lógica de la naturaleza fue simple y clara – cambiamos en pro de un mejor equipo.
Los problemas en el equipo comenzaron cuando, al reproducirnos con mucho, mucho éxito, nos fuimos olvidando del simple principio de dar para recibir, no dar nada por hecho, y de reunirnos en grandes centros comunitarios a celebrar la gratitud y la humildad.
“La felicidad se busca desde el corazón mismo”
Autor anónimo.
Y en fin, ¿Qué tenemos que ver las mujeres ahí? Pues exactamente la mitad de todo, la mitad que muchas veces no se ve. Adquirimos y perpetuamos una muy mala costumbre – ver y notar solo lo evidente y lo obvio, llegando a tal punto de no discernimiento, que parece que deben darnos una descarga eléctrica para ponernos en acción. Una acción a la vez…
Ahora, al género femenino nos corresponde tomar la iniciativa y dar el primer paso hacia el perdón y la paciencia, ejercer la firmeza sin imponerla, encontrar el orgullo sin desprecio por el otro, y tomar las riendas de nuestro poder con nobleza y disciplina.
Jamás debemos olvidarnos que es lo que representa tener poder, y lo volátil que es este. Podemos dar vida, y destruir tres en un parpadeo, hacer que las personas maten y se maten, concentrar un volcán de odio e iniciar una guerra, o salvar con un mensaje de ánimo.
No podemos darnos el lujo, una vez nacidas mujeres, de decir; “No quiero ser consciente ni responsable, que lo hagan los demás”, aun si no somos esposas ni madres, solo mujeres, ya que las consecuencias de nuestro actuar y nuestro ejemplo para futuro, son simplemente determinantes.
Que no llegue a abrumar todo lo que acabo de escribir.
Comenzar a dar amor, construir confianza y perdón desde cero no debe ser una carga – pero si, un esfuerzo, al que no se le debe temer.
Jamás duden del poder de cada humano y humana. No está en las manos de los demás, ya que como su inteligencia les indica – ustedes son los demás, son ustedes, y en sus manos humanas está el futuro de la humanidad.