El poder de las rubias

Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid y defensora de hábitos personales más cercanos a la izquierda que a la derecha, acaba de declarar algo contrario a la corrección política que practica: afirmó en una entrevista que en las reuniones con hombres “hacerse la rubia ayuda a conseguir más”.

Inmediatamente los y las guardianes de las esencias feministas la han acusado de machista; pero lo interesante fue comprobar en las televisiones que la mayoría de las interpelantes eran rubias, pero de bote, no como ella que parece natural.

Destacaban las mujeres de Podemos, denunciantes del supuesto “heteropatriarcado”, entre ellas Tania Sánchez, la novia anterior de Pablo Manuel Iglesias.

Tania sigue siendo “La Rubia”, como le llamaba obsesivamente Iglesias Turrión en los cursis whatsapps que le enviaba hasta que la cambió por la morena Irene Montero.

Los turistas del norte de Europa desearían gozar de algunas costumbres españolas imposibles en sus países fríos y oscuros gran parte de año, pero les desagravia saber que en España se envidia su riqueza, su organización social y, sobre todo, a sus rubias.

Les asombra ver que la mayoría de las mujeres españolas lo son, mientras que los hombres son morenos, como si pertenecieran a etnias diferentes.

Ya de cerca comprueban que la mayoría de las rubias españolas son teñidas, como las feministas indignadas con Cifuentes.

Dada su sobreabundancia se comprueba que la rubicundez femenina es un valor de la mujer ante sí misma y ante los hombres.

Las españolas que haciéndose las rubias han triunfado en política, en la empresa o en el periodismo han demostrado poseer gran inteligencia colectiva al ofrecer lo que les facilita alcanzar sus objetivos.

Aunque preferir ser anónimas vikingas a legendarias reinas moras merece un estudio psicológico.

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SALAS