Acerco la newsletter de Laura Gutman del mes de junio de 2012
¿Nos hemos puesto a pensar por qué
los engaños, los secretos y las mentiras son tan comunes en nuestras vidas?
Observemos que quien tiene información y no la comparte, detenta poder.
En las guerras, lo más valioso para la victoria, es la obtención de datos que el
adversario no tiene. En las relaciones personales, ocurre lo mismo.
En
una civilización como la nuestra, basada en la dominación, la mejor
manera de instaurar el poder, es comenzando por los niños. Por eso, es tan común
entre los adultos, suponer que los niños no debemos saber lo que pasa y que no
tenemos por qué saber cosas de personas grandes. Sin embargo, “cosas de grandes”
suelen ser las situaciones que nosotros mismos experimentamos cotidianamente, es
decir, que nos incumben.
Casi todas las familias estamos atravesadas por
multiplicidad de secretos y mentiras, que han minado nuestra inteligencia,
nuestra capacidad de adaptación y una percepción certera de los hechos. Si
intentamos establecer la historia –no muy lejana- de nuestros padres y abuelos,
veremos que encontraremos un sinnúmero de contradicciones, ya que muchos relatos
pertenecientes a la historia oficial familiar, no encajan con la más mínima
lógica.
Cuando la realidad ha sido permanentemente tergiversada, y
cuando tenemos recuerdos fehacientes que confirman que eso que nosotros nos
dábamos cuenta que sucedía no coincidía con aquello que los adultos decían,
aprendemos a mentir, manipular, asegurar algo que no es, engañar, seducir,
ilusionar…con tal de acomodar las cosas a favor nuestro, pero también en
detrimento del otro. Si los niños somos víctimas habituales de los engaños,
luego el grado de
desconexión y de irrealidad con el que aprendemos a vivir, no
debería sorprender a nadie.
Insisto en que crecer y desarrollarse en un
sistema de mentiras y secretos, nos deja en el más absoluto abandono,
porque no hay referentes confiables en ningún lugar. Nuestras
percepciones no son confiables. Nuestras emociones, tampoco.
En estos casos,
es probable que vivamos toda nuestra vida con un grado de confusión importante,
sin sospechar que tiene su origen en mentiras instaladas desde nuestra primera
infancia, y que en algunas ocasiones, han sido sostenidas por varios miembros de
nuestra familia, dentro de un pacto de silencio abrumador. Esta modalidad de
arrebatar el acceso a la verdad se ha banalizado en nuestra sociedad, al punto
tal que la mayoría de las personas provenimos de historias familiares donde los
secretos y las mentiras han sido moneda corriente, pero no tenemos ningún
registro consciente de eso.
Tampoco tenemos noción del alcance de los estragos
emocionales que han dejado esos engaños sobre nuestra construcción psíquica. Es
hora de revisarlos, para no repetir automáticamente el mismo sistema sobre
quienes son niños hoy.