Pirro de Epiro, conocido por sus costosas victorias, murió en el 272 a.C. durante su asedio a Argos tras ser golpeado en la cabeza, ya sea de una teja tirada por una mujer desde el tejado o por una piedra arrojada desde las murallas, falleciendo inmediatamente o decapitado por los soldados de Antígono II Gónatas. No se sabe qué le ocurrió a su cuerpo. Unos dicen que se incineró, mientras otros señalan que su tumba fue desecrada o su cuerpo acabó en distintos destinos. Lo único claro es que debió salvarse su dedo gordo del pie derecho.
Si nos fiamos de Plutarco en su Vida de Pirro, el rey epirota curó en vida a enfermos del bazo sacrificando un gallo blanco y presionándolo sobre sus vientres con el pie derecho mientras estaban acostados bocarriba. Por lo tanto, el dedo gordo de ese pie debía tener poder divino y haberse salvado en su incineración. Según Plinio, este dedo se guardó en un cofre en un templo. Januaro Nepociano añadió que el templo donde estaba el cofre dorado con el dedo era el santuario de Zeus en Dodona, donde curaba mediante el tácto los tumores renales, en vez del bazo. Este dedo gordo milagroso pudo ser una representación votiva a imagen del dedo de Pirro o que existía previamente y fue atribuido a él.
Esta incapacidad para ser consumido por el fuego no era única. Según Plinio y Suetonio, el corazón de los muertos por envenenamiento o cardialgia no se quema. Esto sirvió a Vitelio tanto para acusar a Cneo Calpurnio Pisón del asesinato de Julio César Germánico como para que el acusado se defendiese. Plutarco comparte un milagro parecido con un amigo de Tiberio Graco.
Los restos milagrosos tampoco eran únicos. Según Valerio Máximo y Januaro Nepociano destacaban los poderes extraordinarios del diente del rey Prusias II de Bitinia. Para Suetonio, el emperador Vespasiano habría curado enfermedades con su saliva o presionando la zona enferma con el pie en el Serapeo de Alejandria en el 69/70 d.C., aunque Tácito duda de su veracidad. En general, se creía que el poder de las personas residía en sus extremidades, incluyendo dedos, manos, pies, cabeza y orejas.
El dedo gordo del pie, independientemente de su poseedor, era una zona a tener en cuenta. Según Plinio el Viejo, podía detenerse la epilepsia si se pinchaba el dedo gordo del pie del afectado y se le esparcía la sangre extraída en la cara o si una chica virgen le tocaba con el pulgar derecho o el dedo gordo del pie. Alejandro de Trales indicó que algunos dedos tenían poderes curativos. Estas referencias a los dedos podían ser alusiones al poder fálico. De ser así, el contacto con la Biblia, donde las menciones a pies son eufemismos de los genitales pudo hacer que los besos a los pies para obtener curación, que tuvo gran importancia en la Edad Media, se interpretara de otra manera.
Esta capacidad milagrosa del dedo de Pirro pudo partir de Proxeno, historiador de su corte, quien conectó a su rey con Aquiles, destacó sus hazañas y las señales divinas de sus victorias. Por ello, se decía que trataba a todo el que lo necesitase, aceptando gustosamente sin más el gallo a sacrificar. Gracias a esto, se mostraba como un hombre justo y piadoso. Era una propaganda que necesitaba para perdurar en la historia en su conquista del oeste, en imitación de su primo Alejandro Magno, quien conquistó en el sentido opuesto. La presencia de reliquias era común en los héroes, como Heracles, que, según Ptolomeo Queno, perdió un dedo en su lucha contra el león de Nemea y se enterró en Esparta. De esta manera, los restos de Pirro adquirían una naturaleza mítica. No obstante, no llegó a formar un culto personal como su primo, sea por su súbita muerte o por no tenerlo como un objetivo definido.