“¡Mío no, primero muerta!” -Dijo, en medio de un soponcio, una señora del Country Club. “Mío tampoco” -repitieron las señoras de El Cafetal, para parecerse más a lo que aspiran que a lo que realmente son.
Carola Chávez
ÚN.- La esencia de la oposición venezolana es el sifrinaje. Sifrinos y aspirantes no dudaron en ubicarse del lado opuesto al de aquel tipo con verruga y pelo chicharrón que hace 18 años se convirtió en el presidente de todos los venezolanos.
“¡Mío no, primero muerta!” -Dijo, en medio de un soponcio, una señora del Country Club. “Mío tampoco” -repitieron las señoras de El Cafetal, para parecerse más a lo que aspiran que a lo que realmente son. Y el banquero se juró enemigo del zambo y el gerente asalariado hizo suyo el odio de su jefe, porque él sabe que un día, si se esfuerza lo suficiente, puede llegar a tener su propio banco, tú sabes, y Chávez se lo va a querer quitar.
La oposición se enorgullece del glamour, la distancia y categoría que los distingue de los chavistas tierrúos. Por eso gozaron un mundo con la burla que hizo Julio Borges a la cabellera alborotada y rebelde de nuestra rebelde y alborotada Iris Varela. “¡Es hurribli!” -reían las señoras de La Urbina, con sus pelos bien planchados. Y ni hablar de las comparaciones entre la elegancia Diana D’Agostino y la chancletudez de las chavistas. Diana es glamour (“glamour de El Cafetal”, murmuró ácida la señora de Country), así como son glamorosas las comiquísimas ordinarieces de su marido. Esas sí las celebran delirantes, porque viven metiendo la barriga de las apariencias y, un “coño” en público, detona una explosión de gritos y aplausos que les desborda el mondonguero.
El caso es que un día se dieron cuenta de que un puño de sifrinos no alcanza, porque los niches siempre son más. “Oh, my God! Necesitamos “poeblo” para llegar al poder” -dijo la misma vieja del Country y se volvió a desmayar.
Así desempolvaron al Conde del Guácharo y lo lanzaron al ruedo. Es perfecto: es negro, es ordinario, soez, ¡es tan pueblo! Y visto desde el cogote, hasta se parece al que te conté. El Conde “no subió cerro”. Good bye! ¿Y Julio Coco? No, ese es muy loco. ¡Entonces Chúo! El Radar. Traer a Chúo es como traer al barrio a la MUD, pero sin el rancho en la cabeza. Perfect!
Y Chúo hizo lo suyo, pero sin el glamour de Ramón Guillermo, y eso iba irritando al sifrinaje, y más si a Chúo le da por regañarlos llamándolos sifrinos. ¡Fuera Chúo! Porque, vamos a estar claros, la oposición quiere pueblo pero, eso sí: cada quien en su lugar.
@Tongorocho
Revista América Latina
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