CAE UNA HOJA
Cae una hoja y se diría que sube
antes de tocar la tierra.
Se diría que el rastro queda en el aire
o que la tierra no tiene tiempo
de empaparse de su sombra
el jardín donde comienza la caída dónde está
sino en la boca del letrista
o en las manos del fabricante de manchas.
Se diría que se abre la boca.
Se diría que se abre el sur
y lo que cae cuenta los rastros
y cuando llega al tuyo aferrado
a la sombra del cometa que pasa
un ojo guiña en el corazón de noche verdadera.
Cae una hoja y se diría que el invierno
está más desollado que de costumbre y más negro
y que se niega a morir
y que nieve le falta como le falta
sur que este año nada funde.
Se diría que está llorando este sur.
Se diría que polvo le cae de los ojos.
Se diría que el fabricante de manchas
trabaja sin tregua.
Cayó una hoja
y se diría tintero volcado.
Se diría hoja de papel
si no hubiera sangre coagulada
ni viejo ocho vestido de sombra
o cola de cometa que pasa.
Cayó una hoja como cae
el ala del sol cuando ya nada vuela.
Se diría sol sin nombre
con rayos anónimos.
Por qué partir es
una versión edulcorada
de lo que da
a la soledad su consistencia.
Cuando vuelves
de la sal inevitable que
habita en ti tus pies
no vuelven a crecer.
Bastan los pequeños pasos
para recorrer
la breve soledad.
Se bifurca el camino
en la lengua edulcorada
de la soledad.
Por qué has preferido dar
este beso apátrida en la mejilla
del tiempo y no
en sus labios.
Y esta caricia
por qué ha de recorrer
las callejas extrañas
de la sombra.
Se diría un rostro
extinto surgido
de un estanque.
Húmeda es la huida
y fría
y tiembla.
Por qué el olvido
se burla del silencio
del que se alimenta
a escondidas.
Y el silencio que
come en la mesa
de la tristeza por qué
alimenta al olvido.
Sería acaso él el tirano
supremo y el silencio
su esclavo glotón.
Y qué papel juega
en este almuerzo vicioso
la tristeza.
Jean Portante (1950)
Poeta luxemburgués